Menos de 24 horas es lo que han tardado los rebeldes sirios en reconquistar una ciudad que tiene una gran carga simbólica para los yihadistas. Según la profecía, Dabiq sería el escenario de la gran batalla final en la que los musulmanes se impondrían a los infieles.
De hecho, la ciudad da nombre a la revista mensual de Daesh y allí se han rodado varios de sus vídeos propagandísticos. Es por ello que las tropas del Ejército libre sirio disparan contra la bandera del grupo terrorista. Aseguran que no volverá a ondear en este territorio.
Se trata de un golpe para Daesh ante la ofensiva inminente contra la capital del califato. El Ejército iraquí y los peshmerga kurdos llevan semanas preparados para el asalto final a Mosul. Allí, lo más complicado tampoco será la operación militar, sino lo que vendrá después.
No hay un plan claro para gobernar la multiétnica Mosul. "Hay árabes, kurdos, turcomanos, asirios, musulmanes, yazidíes... ¿Cómo vamos a responder a las necesidades de todas esas comunidades?" se pregunta Falah Mustafah, responsable de Exteriores de la región autónoma del Kurdistán iraquí.
Por ello, la toma de la capital del califato amenaza con convertirse en un drama humanitario. Bruno Geddo, de ACNUR Irak, asegura que "podría haber más de un millón de desplazados por la próxima ofensiva".
También preocupa que la participación de las milicias chiíes agudice las tensiones sectarias con los suníes o la conquista de territorios árabes por parte de los kurdos, un cóctel que amenaza con crear nuevos conflictos tras el asalto final.