Hay viajes tan duros que ni sus propios protagonistas encuentran palabras para describirlo. Es el caso de dos hermanos refugiados con discapacidad, que han tenido que sortear numerosas trabas y peligros. "Para una persona normal es muy difícil, para una persona con discapacidad es un milagro cruzar las fronteras", asegura Alan Mohammad, un refugiado sirio con distrofia muscular.
Alan y su hermana sufren distrofia muscular desde su nacimiento en Siria. La amenaza de los terroristas de Daesh hizo que su madre y hermanos tiraran de sus sillas de ruedas con rumbo a Europa. "Cuando llegamos a lo alto de las montañas, cogimos dos caballos, uno para mí y mi hermana con discapacidad, y otro para nuestras sillas", relata Alan.
Llegaron a la frontera turco-siria, y allí, según asegura Alan, les esperaban las balas. "Todas la veces que intentamos cruzar la frontera la Policía turca nos disparó".
Decidieron poner rumbo a Irak, hasta que otra vez Daesh les obligó a moverse. Esta vez, sí consiguieron montar en un bote rumbo a Grecia. "La travesía duró cuatro horas y todo el tiempo miraba a mi alrededor y veía bebés y niños llorando", afirma Alan.
Su madre es incapaz de revivir esta travesía. "Nadie, te puedo decir, es capaz de describir lo que ocurrió", asegura Amsha Hussein Mohammad, madre de Alan.
Ambos hermanos necesitan las manos de su madre para un gesto tan vital como beber. Ahora, están en un campo de refugiados de la Grecia continental en condiciones, según Amnistía Internacional, espantosas. Necesitan ayuda y asistencia, es una cuestión de dignidad humana.