No todos los líderes mundiales reaccionaron con la misma urgencia y responsabilidad ante la declaración de pandemia el 11 de marzo.
En negacionistas del virus como Trump no provocó ningún impacto, sino más bien siguieron minizando la amenaza aún conociendo la gravedad de la situación. Entonces, el presidente de Estados Unidos llegó a afirmar que se perdían al año "miles y miles de personas por la gripe" y no por eso se "paraba" el país.
Seis meses después, con más de 191.000 muertos en Estados Unidos, Trump asegura que todo lo que hizo fue para dar confianza la población. "No iba a decirle a la gente que iba a morir", afirma.
El presidente Jair Bolsonaro también hizo lo propio con el control de la pandemia en Brasil. Amante de los baños de masas, Bolsonaro apuntaba en marzo que el coronavirus solo sería "una gripecita o un resfriadito".
Sin embargo, él mismo se contagió, aunque no cambió su actuación frente a la pandemia. Lo mismo ocurrió con el primer ministro británico.
Boris Johnson se regozijaba de dar la mano en marzo, mientras que en posteriormente pedía férreamente a los británicos quedarse en casa. Él mismo dio positivo y tuvo que estar hospitalizado en cuidados intensivos.
Ejemplo de todo lo contrario es el primer ministro italiano, Guiseppe Conte, que desde un inicio ha tomado decisiones extraodinarias acordes a una emergencia sanitaria. Discurso similar ha seguido el presidente francés.
Desde la declaración de la pandemia, más de 900.000 personas han muerto y los contagios han escalado hasta superar los 28 millones en todo el mundo.