En Alepo el estallido de las bombas no avisa, tampoco cuál será su próximo objetivo. Las cámaras de seguridad de un hospital infantil han captado el momento en el que dos misiles impactan en el edificio. Enfermeros y médicos corren a evacuar a los niños y bebés ingresados a un lugar seguro. Los llevan a las incubadoras situadas en refugios subterráneos para ponerse a salvo.
En el único centro pediátrico del este de Alepo, la metralla se ha sentido dos veces esta semana. Dicen los propios civiles que es la peor oleada de bombardeos continuados en los últimos años. Tras varias semanas de tregua, el miércoles las bombas volvieron a caer en Alepo, donde faltan manos para atender a las decenas de heridos que llegan cada día a los hospitales.
Según las organizaciones humanitarias, la mayoría de ellos está fuera de servicio y solo quedan en activo algunos ambulatorios. La situación es desesperada para los residentes que aún sobreviven en Alepo, una ciudad donde escasea la comida y el agua y se repiten los asaltos a las tiendas en busca de alimento.
El ministro de Exteriores sirio, en una reunión con un equipo de enviados especiales de la ONU, ha rechazado lo que proponía la organización: establecer una administración autónoma en el este de Alepo. Mientras las negociaciones entre el Gobierno sirio y representantes de la ONU permanecen en punto muerto, los bombardeos dejan imágenes de ciudades arrasadas, ciudades enteras testigos del horror de la guerra.