Las arenas del desierto egipcio aún guardan muchos secretos. El último en salir a la luz es la ciudad dorada perdida, la urbe más grande jamás encontrada en el país, con calles, casas, utensilios de la vida diaria y hasta una panadería todavía en buen estado de conservación.
Todo ello ha permanecido oculto bajo la arena del desierto durante unos 3.000 años. Ahora, ha sido desenterrado por un equipo de arqueólogos egipcios dirigido por Zahi Hawass, en tan solo siete meses.
La ciudad es tan grande que tiene tres palacios y está dividida en tres áreas: una para cocinar y almacenar alimentos, con hornos y cerámica; otra administrativa y residencial, con construcciones y cercada por un muro en zigzag; y otra zona de talleres. "Hemos encontrado un lugar para el almacenamiento de carne con inscripciones que nos dicen que esta carne se usaba para el festival de Amenhotep III", detalla al respecto el doctor Hawass.
Los expertos lo consideran el descubrimiento más importante desde la tumba de Tutankamón y, precisamente, desvelará muchos de los secretos que guardaba este faraón, que vivió en esta mítica ciudad.
El hallazgo, sin embargo, se produjo de forma fortuita: investigadores estaban buscando el templo mortuorio de Tutankamón cuando se encontraron con el asentamiento administrativo e industrial más grande del Imperio egipcio en la orilla occidental de Luxor.
La ciudad había sido buscada durante décadas, sin éxito: la fundó el padre de Akhenaton, el legendario esposo de la reina Nefertiti y ahora solo ha empezado a revelar sus secretos, como inusuales enterramientos de animales, de una vaca o un toro.
Entre los misterios que esperan resolver ahora los egiptólogos está por qué Akhenaton decidió trasladar la capital del Imperio al norte. Mientras, en la ciudad todo sigue como lo dejaron sus moradores: capas de historia que los arqueólogos solo han empezado a desempolvar.