Los grupos analizan ahora en la sede del Partido Socialdemócrata (SPD) el largo documento consensuado antes de dar su visto bueno definitivo, después de superar múltiples discrepancias en cuestiones como la política fiscal y migratoria.
La consigna de la discreción se ha mantenido casi sin fisuras desde el domingo, cuando comenzó la ronda de reuniones de "sondeo" para un preacuerdo que deberá ser validado por los socialdemócratas en un congreso extraordinario, antes de que se celebren las negociaciones formales para constituir un gobierno.
Las reuniones comenzaron tres meses y medio después de las elecciones y después de que fracasara el primer intento de Merkel de formar gobierno con liberales y verdes.
Los escasos acuerdos que han llegado hasta los medios, sobre un margen de gasto de 45.000 millones de euros para esta legislatura o sobre política medioambiental, no han tenido confirmación oficial, ya que, según distintos dirigentes, "nada está acordado hasta que todo esté acordado".
Al comenzar la reunión, tanto Merkel como Schulz reconocieron que existían todavía "grandes escollos", pero se mostraron dispuestos a negociar hasta el final un preacuerdo que sirva de base para formar una nueva gran coalición.
Sólo esa fórmula daría a Merkel el gobierno estable que desea y tanto ella como Schulz se han centrado en evitar la repetición de las elecciones, conscientes de que su destino político depende en buena medida de ello.
Ni uno ni otro pueden desear ir a nuevas elecciones, ya que, según la mayoría de los sondeos, sus formaciones perderían apoyo y podría salir beneficiada la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
Si el preacuerdo de hoy recibe el visto bueno en el congreso extraordinario que el SPD ha convocado para el 21 de enero, comenzarán las negociaciones formales para diseñar un programa de gobierno que se someterá finalmente al voto de la militancia, dividida ante la posibilidad de una nueva alianza con los conservadores.