En 2013 la Iglesia católica vivió un hito histórico: el entonces papa de Roma, Benedicto XVI, anunciaba que no tenía fuerzas para continuar su pontificado y avanzaba lo que luego sería la primera renuncia de un papa en cerca de seis siglos. Benedicto XVI había accedido a la Santa Sede ocho años antes, sucediendo tras su muerte al que también había sido, además, su mentor: Juan Pablo II.
El 1 de marzo de aquel año el Vaticano vivió su primer día (de varios) sin Benedicto y estuvo sin papa hasta el cónclave de mediados de mes del que salió elegido el actual pontífice, el papa Francisco I. Benedicto XVI, sin fuerzas para continuar, eligió el Mater Ecclesiae como su lugar de retiro, al que se trasladó después de un breve espacio de tiempo en la residencia de verano de los papas de Castel Gandolfo. Siempre había estado en sus planes: el lugar para pasar su última fase de vida iba a ser este monasterio, ubicado en los Jardines Vaticanos, según recoge la agencia ANSA.
El monasterio Mater Ecclesiae, nombrado en honor a la virgen María, se encuentra en la Colina Vaticana, en el interior de los Jardines. Construido por el que también fuera su mentor y predecesor, Juan Pablo II, a principios de la década de los noventa, tenía la intención de albergar a grupos de monjas contemplativas que han ido entrando y saliendo a lo largo de los años.
Eso sí, para poder trasladarse al monasterio éste tuvo que ser reacondicionado para poder tener no sólo todas las comodidades e instalaciones propias de un papa emérito, sino también adaptadas a una persona que ya empezaba a sufrir achaques de salud, con sus primeros problemas de movilidad —que le obligaron a caminar con andador— y su incipiente ceguera en un ojo.
Acompañado de su secretario y las 'memores domini'
Junto a Benedicto XVI en el monasterio han estado en todo momento el que siempre ha sido su secretario personal, Georg Gänswein, amén de cuatro 'memores domini' —integrantes de la organización laica Comunión y Liberación—, que son los que han conformado el círculo cercano del papa emérito durante los últimos años.
Más allá de ellos, y pese a la calma que reina en el monasterio, mientras las condiciones de salud de Benedicto XVI lo permitieron (y antes de la pandemia del Covid) el monasterio experimentaba un ir y venir de determinadas personas, entre amigos, cardenales, obispos, eruditos y periodistas que visitaban al papa emérito para hablar de religión, entregarle sus obras o compartir una oración.
Durante los últimos días, las visitas han sido diferentes: amén de la del papa Francisco I, que lo ha acompañado en sus últimos días en varias ocasiones, y de su 'familia', el servicio médico vaticano lo ha asistido en todo momento hasta el día de su muerte, el 31 de diciembre, cuando finalmente ha sucumbido a la edad.