Hamid, es un agricultor iraquí desplazado de 64 años que ha visto morir a uno de sus nueve hijos por el disparo de un francotirador.
La familia ha pasado por tres ciudades diferentes mientras huía de la violencia en Irak. Ahora viven, como la mayoría de sus compatriotas, sin agua potable y con cortes en el suministro eléctrico.
"De un día para otro pierdes todo lo que has tardado 60 años en construir, ¿qué si es duro? claro que es duro", lamenta Hamid.
A pesar de los ataques, Afaq, otro iraquí, quiso quedarse en su casa hasta que una bomba cayó sobre el edificio y mató a nueve iembros de su familia, entre ellos su marido. Solo sobrevivió ella. Más de una década después de la invasión del país la situación sigue siendo desoladora.
El experto Robert Anus, coordinador del proyecto Médicos Sin Fronteras en Abu Ghraib, Bagdad, asegura que "Ocho millones de personas necesitan asistencia en Irak. La mayoría de ciudades están destruidas y eso impide el acceso a los servicios mínimos".
Más de tres millones de desplazados internos y casi 200.000 civiles fallecidos desde el inicio de la guerra, son la fotografía de un país desestructurado y con un futuro incierto para sus jóvenes.
"Solo el 50% de los chavales cursan la educación secundaria", según Pedro Rojo, Presidente de la fundación Al Fanar. Sin paz ni estabilidad, Iraq lucha por reconstruirse.