Araa tiene tres años, debería empezar este año el colegio, pero no podrá. Vive en un campo de refugiados en Tesalónica, en Grecia. "Necesitan ir, tienen que continuar con su aprendizaje. han perdido muchos años en Siria sin escuela", asegura su padre.
El Gobierno pretende escolarizar a cerca de 15.000 niños refugiados a final de mes, pero muchos padres griegos se oponen, no quieren que sus hijos compartan aulas con ellos. "Hemos decido no aceptarlos a los niños refugiados en las escuelas por motivos sanitarios", afirma Nikolaos Koritis, presidente de la Asociación de Padres de Oraiokastro.
El rechazo de la población local dificulta la integración de estos niños que sólo intentan recuperar sus vidas. "Los niños refugiados en edad escolar, en su mayor parte, están inmunizados. Especialmente los niños en edad escolar son los que están vacunados contra las enfermedades que se trasmiten", asegura Angeliki Kosmapolopov, miembro de un equipo médico.
La vuelta al cole es una utopía para 3,8 millones de niños refugiados. Han perdido su presente, y su futuro está en juego. "Para los niños es una situación muy frustrante, quieren ir a la escuela después de haber vivido bajo bombas, bajo la persecución", subraya María Jesús Vega, responsable de comunicación de la asociación ACNUR en España.
Ir a la escuela es un salvavidas contra el hambre en África, el colegio garantiza su ración diaria de comida, pero este año 1,3 millones de niños corren el riesgo de perder las comidas escolares, porque no hay fondos en el Programa Mundial de Alimentos (PMA). "Si conseguimos 50 millones de euros garantizaremos que un millón y medio de niños puedan tener acceso a comidas escolares", afirma Antonio Salor del PMA.