En solitario, asistido por tan sólo dos cardenales, el papa Francisco, ha oficiado la misa del Domingo de Resurrección, la primera de su pontificado ante 250.000 fieles.

Después, la Bendición Urbi et orbi con la que se pone fin a los ritos de la Semana Santa, y en la que ha pedido el fin de la violencia en Oriente Próximo, las dos Coreas y la amada Siria.

Una Semana Santa de nuevo cargada de gestos por parte del nuevo Pontífice... como lavar los pies a doce jóvenes en una cárcel de menores o rezar tendido en el suelo.