Playas de ensueño y vida alegre al ritmo de motos acuáticas y música electrónica. Es lo que promete el régimen sirio a los turistas. Pero obvian que el sonido del día a día es otro, el de bombas y ambulancias.
En un país que se desangra desde hace cinco años y medio por una guerra civil, con muchas de sus zonas como auténticos pueblos fantasma, Al Assad intenta vender Tartús como el oasis que fue. Sin embargo, aunque los sirios siguen saliendo de fiesta, también han sido objetivo de los terroristas de Daesh.
La campaña del gobierno sirio no cuenta tampoco que la zona en la que se rodó está muy cerca de Homs, uno de los lugares más asoladas por la guerra. Pese a ello, su eslogan reza lo siguiente: "Siria es bonita y monumental".
Olvidan que gran parte de su patrimonio ha quedado ya reducido a escombros. Como Palmira, a manos de los yihadistas de Daesh, o la Gran Mezquita Omeya de Alepo, una de las mayores del mundo, víctima de los bombardeos de las fuerzas de Al Assad.