La muerte de Yevgeni Prigozhin en un presunto accidente aéreo, ocurrido apenas dos meses después de su desafío al Kremlin, ha desatado las especulaciones. Ucrania no ha dudado en señalar directamente a Moscú: "Putin no perdona a nadie", ha aseverado el asesor de la Presidencia Mijailo Podoliak, que cree que el líder de Wagner firmó su "sentencia de muerte" al confiar en la palabra del presidente ruso tras el motín.
A su juicio, la eliminación de Prigozhin "es una señal de Putin a las élites rusas", a quienes envía un mensaje claro: "La deslealtad equivale a la muerte". Menos tajante, pero tampoco sorprendido, se ha mostrado el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al conocer la noticia: "No ocurre mucho en Rusia sin que Putin esté detrás", afirmó el mandatario demócrata.
A falta de cualquier tipo de confirmación al respecto, lo cierto es que Prigozhin no sería el primer crítico de Putin en acabar muerto, o al borde de la muerte. Uno de los casos más célebres es el del exespía ruso Aleksandr Litvinenko, envenenado con polonio-210 en una taza de té en un hotel de Londres en el año 2006.
De Litvinenko a Navalni
En el momento de su muerte, Litvinenko tenía 43 años y tuvo que ser enterrado en un ataúd especial para evitar una fuga radiactiva, según informaron entonces los medios de comunicación. Era un antiguo agente del KGB abiertamente crítico con Putin y había abandonado Rusia seis años antes de su asesinato. Una investigación británica concluiría en 2016 que el crimen lo habrían perpetrado dos ciudadanos rusos, entre ellos un antiguo guardaespaldas del KGB, y que el propio Putin probablemente lo aprobó.
El magnate ruso Alexander Perepilichny fue hallado muerto cerca de su casa de Londres en 2012. Había huido a Reino Unido tras colaborar en una investigación suiza sobre una trama de blanqueo de dinero ruso. Su repentina muerte levantó sospechas de un envenenamiento, pero la Policía británica descartó un asesinato. En una audiencia previa a la investigación, no obstante, se apuntó que en su estómago se habrían encontrado rastros de un veneno raro y mortal.
La periodista Anna Politkovskaya, que escribía sobre abusos de los derechos humanos, fue asesinada a tiros frente a su vivienda en Moscú en 2006, cuando volvía del supermercado. El asesinato de Politkovskaya, que entonces tenía 48 años y dos hijos, provocó la indignación de Occidente.
Otros, como Alexei Navalni, escaparon la muerte, pero por poco: el líder opositor ruso, que sigue en la cárcel, tuvo que ser tratado en Alemania en 2020 tras ser envenenado en Siberia con Novichok, un agente nervioso desarrollado por el ejército soviético. La misma sustancia fue la que se usó contra un antiguo agente doble, Sergei Skripal, que fue envenenado en Reino Unido junto a su hija Yulia en el año 2018. Aunque estuvieron en estado crítico, ambos sobrevivieron.
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También el opositor Vladimir Kará-Murza asegura que intentaron envenenarle en 2015 y 2017. Un laboratorio alemán halló elevados niveles de mercurio, cobre, manganeso y zinc en su cuerpo, de acuerdo con la agencia Reuters. El expresidente ucraniano Viktor Yushchenko fue envenenado durante la elección presidencial de 2004. Aseguró que le habían intoxicado mientras cenaba en las afueras de Kyiv con agentes de los servicios de seguridad ucranianos. Su rostro quedó desfigurado como consecuencia del ataque.