Las elecciones presidenciales de EE.UU. se celebran el próximo 3 de noviembre. El proceso electoral del país norteamericano tiene ciertas peculiaridades que lo diferencian del resto de estados del mundo.
Su sistema indirecto, las restricciones en la presidencia o las condiciones en caso de empate podrían provocar situaciones especiales tras las elecciones.
Te contamos algunas curiosidades relacionadas con las votaciones, el proceso de elección y los presidentes históricos de los EE.UU.
Quiénes pueden votar: enmiendas a la Constitución
No todos los ciudadanos estadounidenses han podido ejercer el voto desde que se instauró la democracia en el país. Varias enmiendas de la Constitución de EE.UU. a lo largo de los años han permitido que la población pueda ejercer el derecho de sufragio.
Una de las primeras a este respecto es la 15ª Enmienda (1870), que asegura que no se puede eliminar el derecho de sufragio de los ciudadanos de los Estados Unidos “por motivo de raza, color o de su condición anterior de esclavos”. Sin embargo, tuvieron que pasar casi 100 años antes de que Lyndon B. Johson prohibiera la discriminación en lugares públicas con la aprobación de los Derechos Civiles (1964) y se confirmara el derecho al voto de personas de raza diferente a la blanca.
También las mujeres tuvieron que esperar para poder votar. Aunque la Constitución no prohibía explícitamente el derecho al sufragio de la mujer, muchos estados lo hacían de facto. La 19ª Enmienda (1920) estableció que el derecho de sufragio de los ciudadanos de los Estados Unidos no se puede limitar “por razón de sexo”.
La 24ª Enmienda (1964) también evitó que se prohibiera el voto a aquellas personas que no hubieran pagado impuestos electorales o de cualquier otro tipo. En la actualidad no pueden votar aquellas personas consideradas no ciudadanas (incluyendo los poseedores de la green card); personas con condenas por delitos graves; dependiendo del estado, ciertas personas con discapacidad mental; y algunos ciudadanos estadounidenses residentes en Puerto Rico y otros territorios asociados, como se puede comprobar en la web del Gobierno de EE.UU.
Presidente y vicepresidente de distintos partidos
En EE.UU. puede darse el caso de que un presidente tenga como vicepresidente a un candidato del partido contrario. Esto se puede producir debido a la 12ª Enmienda (1804): en caso de no conseguir mayoría en el Colegio Electoral, la Cámara de Representantes tiene la capacidad de elegir al presidente, mientras el Senado puede hacer lo propio con el vicepresidente.
En la historia de EE.UU. solo ha ocurrido una vez, y fue anterior a que se promulgara la enmienda: en 1796, John Adams accedió a la Presidencia representando al extinto Partido Federalista, mientras que Thomas Jefferson, en representación del Partido Demócrata-Republicano, obtuvo suficientes votos para convertirse en vicepresidente.
Como ejemplo, desde 2018 la Cámara de Representantes está compuesta por una mayoría demócrata (a la espera de su renovación el 3 de noviembre), mientras que el Senado tiene más representación republicana. En una hipotética situación de empate entre Joe Biden y Donald Trump, si se dieran las condiciones actuales, la cámara baja podría votar por Biden, mientras que el Senado podría nombrar a Mike Pence, el candidato republicano a la vicepresidencia.
Vencedores sin el apoyo popular
El sistema de elección de EE.UU. es indirecto. Los ciudadanos tienen la opción de elegir a uno u otro candidato, pero en cada estado lo que seleccionan en realidad es una lista de electores que se ha comprometido a votar por él. Cada estado tiene asignado un número de representantes dependiendo de su población, y serán todos del partido que venza en ese territorio. Los electores se reúnen en el Colegio Electoral que se convoca en el mes de diciembre tras las elecciones, y votan por el candidato que ha ganado en el estado que representa, como se puede leer en la web del Gobierno de EE.UU.
Esto implica que, en algunas ocasiones, un candidato con un número mayor de votos a nivel nacional (lo que se conoce como ‘voto popular’) puede perder las elecciones si no consigue más electores en estados clave. Esta situación se ha dado en cuatro ocasiones a lo largo de la historia, según se recoge en el Archivo Nacional de EE.UU.
John Quincy Adams fue nombrado en 1824 pero no ganó el voto popular ni el electoral, que se repartía con otros tres candidatos. Rutherford Hayes superó a Samuel Tilden en 1876 por un voto del Colegio Electoral, a pesar de que el segundo obtuvo el apoyo popular. Lo mismo le pasó a Grover Clevenland, que cosechó menos apoyo entre los electores que Benjamin Harris en 1888.
Los últimos dos casos son recientes: Al Gore tenía más votos en 2000 que George W. Bush, pero perdió en el Colegio Electoral. Y en 2016 Hillary Clinton consiguió convencer a más estadounidenses, pero Donald Trump se convirtió en presidente al conseguir más electores.
Solo un presidente por unanimidad
Solo hay un presidente en toda la historia de los EE.UU. que haya sido elegido por unanimidad en el Colegio Electoral. Fue George Washington, que en 1789 obtuvo el apoyo de la totalidad de los electores. Desde entonces, no ha habido otros casos de presidentes que hayan alcanzado este nivel de apoyo.
James Monroe fue el que quedó más cerca de reeditar esta hazaña. Fue nombrado presidente en 1820, al no tener oposición a la presidencia del Gobierno tras la retirada del Partido Federalista, según se recoge en la web del Centro Miller de Asuntos Públicos de la Universidad de Virginia. Sin embargo, un elector dio su apoyo al expresidente John Quincy Adams, por lo que Monroe se quedó a solo un voto del 100%.
Ocho años como máximo en el cargo (excepto Roosevelt)
George Washington también inició una costumbre entre los presidentes de EE.UU. El primer líder completó dos mandatos al frente de la nación norteamericana, tras los cuales decidió no presentarse a una reelección, como se explica en la web del Gobierno de EE.UU. Los posteriores presidentes respetaron el límite de ocho años que se impuso Washington, declinando presentarse de nuevo una vez cumplido dicho periodo.
El único presidente que no siguió esta norma fue Franklin D. Roosevelt. El mandatario fue elegido para dirigir el país cuatro veces, en 1932, 1936, 1940 y 1944, pero falleció durante su cuarta legislatura, en 1945. La 22ª Enmienda (1951), estableció legalmente que ningún presidente podría presentarse en adelante para ser reelegido en una tercera ocasión.
Ocho muertes en el cargo
Hasta 45 personas han servido en la Presidencia de EE.UU., desde George W. Washington hasta Donald Trump. Ocho de estos presidentes murieron durante su mandato, y solo la mitad de ellos por motivos de salud, como se puede comprobar en la web del Centro Miller de Asuntos Públicos.
William H. Harrison se convirtió en el presidente más breve de la historia del país al fallecer a causa de una neumonía treinta días después de ser investido (1841); Zachary Taylor, por una gastroenteritis aguda tras solo tres meses en el cargo (1850); Warren G. Harding sufrió un ataque cardíaco (1923) y Franklin D. Roosevelt por una hemorragia cerebral masiva (1945).
Los otros cuatro murieron de manera violenta. Abraham Lincoln fue asesinado por John Wilkes Booth en el teatro Ford de Washington (1865); James A. Garfield falleció por una infección a causa de los disparos realizados por Charles Julius Guiteau (1881); William McKinley fue asesinado por Leon Czolgosz en Buffalo (1901) y John F. Kennedy murió en las calles de Dallas por los disparos de, según la versión oficial, Lee Harvey Oswald (1963).