Un grupo de manifestantes impiden al primer ministro iraquí acceder al escenario del último atentado de ISIS. Le recriminan que no actúe para luchar contra los terroristas, pero él responde que estos sólo atacan a la desesperada porque, dice, ISIS está perdiendo terreno.
Les duele, sobre todo, la liberación total de su bastión: Faluya. Una ciudad controlada por los yihadistas desde enero de 2014. ISIS ha vuelto a sus orígenes: sólo quiere defender el Califato ante el avance de las tropas iraquíes hacia Mosul.
"Daesh se siente cada vez más presionado y de ahí que trate de demostrar su capacidad para seguir matando y de buscar objetivos fáciles que obliguen a las fuerzas de Bagdad a dispersarse para tratar de mantener otros puntos", señala Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudio de Conflictos.
Se teme que estos ataques vuelvan a agudizar las divisiones sectarias que hace diez años dejaron al país al borde de una guerra civil. A la falta de seguridad se une una profunda crisis política y las divisiones entre la propia comunidad chií, evidenciadas en el asalto al parlamento. Ante este panorama, aumentan los partidarios de trocear Irak en tres naciones: una chií, otra suní y la ultima, kurda.
"Sería un proceso extremadamente traumático porque implicaría desplazamientos forzosos y limpieza étnica", considera Eduard Soler, investigador de Cidob. Bastante daño han hecho ya en la zona las decisiones tomadas desde fuera, en los despachos occidentales.