El tiempo se agota en Siria y Turquía. Las autoridades estiman que aún hay miles de personas atrapadas bajo los escombros, pero las posibilidades de encontrar supervivientes se reducen cada segundo. Hay una hora clave: las 2:00 (España) de este jueves, justo 72 horas después del primer temblor en la frontera turco-siria, un punto de inflexión en el hallazgo de vida bajo los edificios derruidos.
Los equipos de rescate trabajan a destajo analizando algunas de las características de las estructuras derruidas para tratar de dar con supervivientes. Examinan así si las grietas son horizontales o verticales y cartografían la situación en tiempo real poder coordinar sobre el terreno los lugares en los que buscar a víctimas atrapadas.
Tienen en cuenta factores físicos y biológicos como, por ejemplo, que por lo general un hombre sobrevive más tiempo que una mujer al tener más masa corporal, o que los niños tienen más posibilidades de sobrevivir en las primeras horas porque el tamaño juega a su favor. Sin embargo, tras los primeros días, sus posibilidades de sobrevivir disminuyen, ya que su organismo aún no tiene tantas reservas como las de un adulto.
Las opciones, no obstante, se disminuyen por cuestiones básicas de supervivencia. A pesar de que existan bolsas de oxígeno que permitan a las víctimas del terremoto mantenerse con vida, a partir de las 72 horas sobrevivir sin la ingesta de agua es mucho más improbable. El agua elimina las toxinas del cuerpo, evita infecciones y filtra los residuos en forma de un líquido, por lo que su ausencia durante un largo periodo de tiempo acaba causando la muerte.
A la imposibilidad de cubrir las necesidades más básicas se suma, además, que las personas atrapadas que hayan logrado sobrevivir sin comer ni beber más de tres días tienen que soportar a la intemperie temperaturas de hasta -6 grados.
Además, tras los fuertes seísmos y las réplicas, muchas de las personas atrapadas podrían haber sufrido heridas incompatibles con la vida. Estar inmovilizado reduce las posibilidades de sobrevivir por el síndrome del aplastado: la sangre deja de circular a las extremidades y, cuando se retira el peso, las toxinas invaden el cuerpo y le impide reaccionar.
La desesperación crece porque en algunos edificios derruidos se pueden escuchar las voces de supervivientes, pero no se les puede ayudar por la falta de equipos especializados. "Nadie en la ciudad puede entrar en ningún edificio por el peligro de derrumbe. Ir al aseo, algo hasta ahora sencillo, es un problema muy grande. No hay agua en casa ni en las gasolineras", explican en la televisión turca HalkTV.
Entre los más de 6.000 edificios colapsados en Turquía hay zonas a las que ni siquiera se ha logrado acceder por complicaciones derivadas de la destrucción de los accesos y la nieve. Así, en cientos de edificios derrumbados no ha llegado ningún equipo de rescate y la gente suplica por ayuda bajo las ruinas.
En Siria, la guerra es un nuevo escollo a un tiempo que avanza a contrarreloj. Allí, algunos ciudadanos aquejan que los voluntarios no pueden llegar por el conflicto que azota el país desde hace más de una década. Muchas zonas del país siguen sin acceso debido a la destrucción de vías de transporte.
La representante de la Organización Mundial de la Salud en el país, Iman Shankiti, ha destacado que "las necesidades sanitarias son tremendas, más para un país que sufre desde hace 12 años (la guerra civil) y ha sido golpeada por distintas emergencias, entre ellas el actual seísmo".
Con esta situación, tampoco pueden llegar algunas de las herramientas de última generación para poder dar con supervivientes, como los drones que han enviado numerosos países, incluso España. Este tipo de instrumentos reconocen el terreno a poca altura aportando fotos y detectando el calor humano gracias a cámaras térmicas y por tanto, son muy útiles a nivel superficial.
Otros métodos de búsqueda
Además de los satélites y los drones, ya se ha puesto en marcha tecnología capaz de analizar terrenos inaccesibles. Es el caso de 'Finder', un aparato diseñado por la NASA., que localiza sonidos bajo la tierra, como latidos de corazón o respiraciones.
Empezó a usarse en un terremoto en Nepal donde permitió rescatar a cuatro hombres que llevaban días atrapados bajo dos estructuras diferentes y lo hicieron gracias al sonido de sus latidos.
Además ante situaciones de emergencia como estas las empresas privadas también ayudan a encontrar desaparecidos. Facebook, por ejemplo, tiene programas de reconocimiento facial con una fiabilidad que supera el 97%. Esta tecnología permite rastrear entre centenares de miles de fotos publicadas por los usuarios a la busca de un rostro determinado y poner el 'big data' al servicio de las autoridades.
Otra de las herramientas fundamentales es el GPS. Se usa para geolocalizar a una persona herida, a través de su móvil, pero también sirve al voluntariado para impedir que rastreen lugares por los que ya han buscado otras personas.