Aylan Kurdi, de tres años, de Kobani, Siria. Su cadáver en la orilla de una playa turca durante un intento por llegar a Grecia se ha convertido en el símbolo del drama migratorio y la vergüenza de Europa. Un nuevo fracaso, porque antes que él, ha habido muchos otros. Su hermano de cinco años también murió ahogado en el naufragio. Se subieron a esa barca porque Canadá les denegó el asilo. Según ha contado su padre, estaban huyendo de ISIS. Dos millones de niños sirios refugiados están a día de hoy en travesía por el mundo, según datos de Save The Children.