Un día después del ataque que ha costado la vida a 80 personas y ha herido a más de 230, los habitantes de Kabul piden a sus gobernantes que "garantice su seguridad" para poder continuar con sus vidas.
Cientos de personas participaban en una marcha pacífica de la minoría islámica chií hazara cuando un hombre hizo explotar su cinturón de explosivos. Minutos después, un segundo suicida seguía sus pasos.
La Policía pudo abatir a un tercero antes de que el daño fuera aún mayor. De momento, el Ejecutivo ha prohibido cualquier reunión pública o protesta en los próximos diez días.
Además, el presidente del Gobierno, Ashraf Ghani, ha prometido vengar la sangre de sus ciudadanos. Entretanto, los más de 230 heridos se recuperan en el hospital y los allegados de las 80 víctimas mortales preparan sus funerales.