Miles de refugiados huyen despavoridos de las llamas que han devorado las tiendas y bungalows que les daban cobijo en Moria, Lesbos. El 60% del campamento, y decenas de olivos alrededor, han quedado reducidos a cenizas. "No había sitio para todos, por lo tanto, ahora menos", relata Laura Anatol, voluntaria en Lesbos.
Todo empezó cuando los migrantes protestaban, una vez más, por las pésimas condiciones en las que viven hacinados, mientras se demoran meses su asilo o recolocación. Además, viven con la amenaza de la expulsión a Turquía rondándoles siempre.
"No saben qué va a ser de ellos. No tienen dignidad y no se les está tratando como personas. Viven en un campo que es como una cárcel", asegura la voluntaria española. Peleas entre inquilinos de distintas nacionalidades sin seguridad a la vista. Muchos intentaron irse hacia la capital de la isla pero la Policía, ya sí presente, se lo impidió. "Muchos habrán dormido a la intemperie, a otros se les habrá alojado en edificios vacíos o en almacenes", cuenta Anatol.
Atenas estudia realojarles temporalmente en barcos. Mientras, los antidisturbios vigilan que el polvorín de Lesbos, vecinos y migrantes enfrentados, no vuelva a estallar.