Hacinados en pequeñas embarcaciones, si no mueren ahogados, sufren deshidratación o quemaduras, condiciones que aguantan por no regresar al infierno que se ha convertido su nuevo hogar. "En Libia, los negros no somos libres. La ley no nos ampara. Somos como animales, como los perros. No somos nada", lamenta Abu Bakar, de Mali.

Escapan de una vida abocada a la muerte. La mayoría sufre violaciones, detenciones, torturas, secuestros y las mujeres las obligan a prostituirse, abusos de poder que tiene a diario la población. Por eso, deciden pagar a mafias para conseguir una vida segura. "Nos llevaron a una casa donde mantenían a cuentos de personas en cautiverio, me aterraba morir allí", destaca una chica. "Tengo un amigo que vino a Libia con su esposa y la violaron", recuerda una mujer mientras otra señala que "no comemos, si quieres irte tienes que pagar, sino mueres allí".

Los pocos que consiguen llegar a Europa necesitan ayuda psicológica. "Tengo que tranquilizarlos, hacerles entender que nadie les hará volver al infierno que han dejado atrás. Están aterrados, aplastados unos contra otros en el barco", explican. Además, Médicos sin fronteras denuncia que muchos llegan con heridas de machetes, huesos rotos y cicatrices que dejan entrever la dureza que quieren olvidar para siempre.

Libia con tres gobiernos enfrentados, Daesh en su bastión de Sirte y, ahora, los bombardeos de Estados Unidos contra el grupo terrorista, forman un cóctel que podría polarizar aún más al país y llevarlo a un caos mayor.