El líder del Partido por la Libertad (PVV) holandés, Geert Wilders, tiene una cita con las urnas en la que aspira a consolidar un discurso xenófobo y populista curtido en gran medida por su propia experiencia personal: lleva 13 años bajo vigilancia continua por las amenazas recibidas.
Wilders pasó parte de su adolescencia en un 'kibbutz' israelí y entró en política en 1990 sin un título universitario bajo el brazo. Tras trabajar en una aseguradora de salud y como especialista en política social, comenzó a asesorar a los liberales para tratar de reducir las prestaciones por desempleo en Países Bajos.
Sin embargo, el punto de inflexión no llegaría hasta 2004, cuando la Policía llegó a su casa para llevarle a él y a su esposa a un lugar seguro. El cineasta Theo van Gogh había sido tiroteado, apuñalado y casi decapitado a manos de un islamista ese mismo día y el político ultraderechista figuraba como potencial objetivo.
Desde entonces, ha pasado casi 13 años bajo amplias medidas de seguridad y ha reforzado una visión crítica hacia la inmigración y, en particular, hacia el islam. Wilders aboga por frenar la entrada de musulmanes, cerrar las mezquitas y prohibir el Corán, un texto sagrado que ha llegado a equiparar al 'Mein Kampf' de Adolf Hilter.
"Apenas puedo recordar lo que se siente al cruzar solo la calle", afirmó en febrero. "No se lo desearía ni a mi peor enemigo, pero al menos sé por qué hago lo que hago. Mi misión es asegurar que Países Bajos, a diferencia de mi propia vida, siga libre", subrayó.
El mes pasado, Wilders anunció la suspensión de sus actos de campaña después de que uno de los miembros de su seguridad fuese detenido y acusado de filtrar información sensible. Días después, volvió a la calle con el compromiso de reducir "al mínimo los riesgos" y bajo una premisa: "Los votantes quieren vernos".
Wilders no ha dudado en entremezclar su situación personal con la política para dejar claro cuál es su mensaje y proclamarse víctima de un sistema que quiere cambiar. La formación que fundó en 2006, el PVV, ha ganado adeptos al mismo ritmo que ha crecido la popularidad de su líder, arropado por una ola de populismo que también ha echado raíces en otros países de Europa.
Ferviente defensor del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y estrecho aliado de la líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, Wilders llega a sus elecciones más importantes, en las que por primera vez parte con opciones de convertir a su partido en el grupo con mayor representación en el Parlamento holandés.
No parece haberle pasado factura la condena que recibió en diciembre por discriminación por incitar a sus seguidores a corear que querían menos marroquíes en Países Bajos. De hecho, hace apenas unas semanas repitió su llamamiento para actuar contra la "basura marroquí".
Países Bajos cuenta con un 5% de población musulmana, una cifra relativamente pequeña pero que, a ojos de Wilders, resulta excesiva. De hecho, una de sus grandes promesas pasa por "desislamizar" el país, lo que incluiría el veto de entrada para musulmanes, la retirada de permisos de residencia, la prohibición del velo en lugares públicos y la expulsión de personas condenadas con doble nacionalidad, entre otras medidas.
La salida de la UE, rebautizada como 'Nexit' en imitación al caso de Reino Unido, figura también en la lista de deseos de Wilders, que quiere recortar fondos para subsidios y ayuda al desarrollo y destinar más dinero a las Fuerzas Armadas y la Policía. Asimismo, también plantea una rebaja impositiva en materia de renta.
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En materia internacional, es partidario de mano dura. Esta semana reclamó en Twitter la expulsión inmediata de todo el plantel diplomático de Turquía como represalia por las medidas adoptadas desde Ankara tras el bloqueo a un acto político con ministros turcos en Róterdam.