Un agente de la Policía Nacional que investigó a Pompeyo González, que está siendo juzgado por la Audiencia Nacional como presunto autor del envío de cartas explosivas a varias instituciones, ha sostenido que el jubilado burgalés sabría que estaba siendo vigilado dos días antes de su detención, por lo que habría podido aprovechar para eliminar pruebas.

Cabe destacar que la Fiscalía pide que sea condenado a una pena de 22 años de cárcel por un delito de terrorismo con resultado de lesiones, por las sufridas por el empleado de la Embajada ucraniana Mykola Velychko, y un delito de fabricación, tenencia, colocación y empleo de aparatos explosivos, inflamables o incendiarios con finalidad terrorista.

"Cuando salía de casa siempre tomaba medidas de seguridad. Era muy maniático", ha explicado el citado agente, que ha relatado que, dos días antes de su detención, comenzó a "hacer cosas raras". "Empezó a andar para arriba y para abajo. No descarto que viera algo", ha añadido.

En esta línea, el testigo ha asegurado que no descarta que el acusado se percatase de la presencia policial, que ya había estrechado el cerco sobre él, y que aprovechase entonces para limpiar su piso. La destrucción de algunas de las pruebas habría sido relativamente fácil, ha apuntado, puesto que las mismas eran "muy pequeñas", hasta el punto de poder desprenderse de las mismas tirándolas "por la taza del váter".

De hecho, ha continuado este agente, Pompeyo González llevaba entre cinco y diez clavos muy grandes encima el día de su detención. Fue instantes antes de la misma cuando "lo tiró en la bolsa de basura" que posteriormente recuperaron los investigadores.

Los agentes detallan los indicios contra el acusado

Durante el juicio, los agentes han detallado la investigación exhaustiva que llevaron a cabo. "En un primer momento, nos dimos cuenta de que por el sobre, el sello y la escritura podía ser de una persona y empezamos la investigación centrándonos sobre todo en desgranar lo que es el contenido del artefacto", ha explicado uno de ellos.

El sobre les llamó la atención la atención porque solo se podía encontrar a través de una página llamada 'Sobres.es'. Entonces, decidieron pedir la lista de clientes de Castilla y León y dieron con la identidad de Pompeyo.

La segunda sospecha fue el sello. Al ser una serie limitada y muy particular, localizaron a los compradores, siendo la mayoría coleccionistas. "Había ADN incluso donde se pega y también dentro de los propios mecanismos del artefacto", ha confesado uno de los agentes.

Tras ir acumulando indicios, analizaron diariamente los restos de basura del jubilado, y encontraron algo más. "Encontramos más de 200 cerillas. De esos cinco artefactos explosivos, yo recordaba que varios eran cartuchos de caza y varios eran cerillas, que a mí me sorprendió", ha indicado uno de los policías.