Del trío de reporteros, ha sido Ángel Sastre quién más ha hablado, quizá porque es el que parece más entero. El corresponsal de La Razón confirma que les trataron y alimentaron "bien". Aunque confiesa que, en cuanto ha podido, se ha dado al "pecado": "el cerdo, el jamón y por supuesto el vino y la cerveza, manjares que uno extraña en esos agujeros".
Cuenta que mantuvo la cordura haciendo ejercicio, escribiendo e intentando no pensar en lo que estaría sufriendo su familia: "Con ellos tengo una deuda que cumplir. Se han portado como jabatos, valientes. Siempre muy arropados, y agradecidos, por la labor del Gobierno".
Aunque ya les anuncia que su reposo durará poco porque también le pesa la culpa de los dramas que no había podido contar: "Escribí todo el rato para así sentir que no estaba perdiendo el tiempo y lo cierto es que ya estoy pensando en América Latina, en volver cuanto antes".
Cautivo junto a él estuvo siempre el reportero gráfico José Manuel López que, sobrepasado, todavía no ha hablado con los medios. Tampoco Antonio Pampliega, bregado en conflictos pero al que peor factura parecen haberle pasado estos casi diez meses.
Apartado de sus compañeros a las pocas semanas, se reencontró con ellos en la operación de rescate. Muy tensa, con la inteligencia española intentando evitar que les dieran gato por liebre y los milicianos de Al Nusra desconfiando de una posible emboscada. "Si el grupo secuestrador hubiese sido Daesh, hoy no estaríamos hablando en la forma y en los términos que estamos haciendo", señala García Margallo, ministro de Exteriores.
Fueron más de tres horas en la tierra de nadie entre Siria y Turquía que Antonio, José Manuel y Ángel cruzaron uno a uno, ansiosos por volver a casa.