La imponente figura de Jordi Pujol comenzó a desmoronarse a raíz del comunicado en el confesaba que tuvo una fortuna escondida en el extranjero durante 34 años y pedía perdón. Cuando todos le buscaban, el hombre que gobernó Cataluña durante 23 años se recluía en los Pirineos. En ese momento, se desencadenaba un terremoto judicial y político. Pujol renunciaba a sus cargos, nunca más volvería a ser el 'molt honorable'. Lo anunciaba Artur Mas, reconociendo que  sentía "mucha pena y compasión".

En septiembre, comparecía en el Parlament catalán para defender, como sostuvo en el comunicado, que el dinero procedía de una herencia millonaria de su padre. Acabó perdiendo los nervios y amenazando, asegurando que "si se toca una rama, acaban cayendo todas". Aun así no resolvió la gran cuestión, si el dinero era el resultado de años de corrupción en su gobierno. Algunas informaciones apuntaban que los Pujol escondían más de 1.800 millones de euros en paraísos fiscales.

Entre abucheos, Jordi Pujol, su mujer y varios de sus hijos acudían a declarar a los juzgados, todos imputados por fraude fiscal y blanqueo de capitales. Al mes pasaban por la Comisión de Investigación del Parlament. Uno tras otro. A responder sólo cuando estaban por la labor.

Actualmente la investigación avanza despacio. La juez sospecha que los fondos pueden proceder de "abusos en la alta función pública" y ha pedido a Andorra los datos bancarios de los Pujol. Doce meses después de su confesión, el caso crece y Jordi Pujol pasa sus 85 años de edad muy lejos de las glorias que vivió durante su carrera política.