"Ese silencio era como la antesala de una gran tragedia", cuenta Otegi. En la costa del País Vasco se vivía la misma tensión que en el resto del territorio nacional. A las 16:00 horas del sábado 12 de julio de 1997 acababa la cuenta atrás que ETA había fijado como hora límite para ver cumplidas sus exigencias. Pero su estrategia de presión no surtió efecto y la banda terrorista acababa cumpliendo con su amenaza en contra del clamor popular. Miguel Ángel Blanco recibía dos disparos -no certeros- en la cabeza. No murió en el acto; lo hizo horas después, de madrugada, en la Residencia Sanitaria de Nuestra Señora de Aránzazu.
Otegi no sabía que Miguel Ángel Blanco sería asesinado ese día y en esas circunstancias. Al menos, eso contaba en Salvados. Estaba en la playa, como podía ocurrir cualquier otro sábado de verano. Para él era un día más porque "todo el mundo mantuvo la esperanza hasta el final de que ese plazo se alargara". Otegi desconfiaba de la amenaza de ETA. No acababa de creerse que lo fueran a matar cumplida la cuenta atrás. ¿Sus razones? Trató de explicarlas ante Évole pero no concretó nada.
"No voy a decir más", relataba Otegi después de desvelar que él mismo trató de que el desenlace del secuestro de Miguel Ángel Blanco no fuera el que fue. "No surtió efecto y no voy a decir más", insistía el propio Otegi contrariado. Reveló "iniciativas" para que Blanco saliera con vida de su cautiverio a manos de ETA pero no concretó cuáles.