Cuando sonó el despertador esta mañana en casa de Nayat, en el barrio ceutí de El Príncipe, el tiempo parecía no haber pasado. El sonido de los helicópteros, un ruido de fondo continuo desde las últimas doce horas, inauguraba la excepcionalidad de lo que estaba pasando en la ciudad autónoma: una crisis migratoria sin precedentes, y un pulso diplomático inédito entre España y Marruecos.
Aunque si nos atenemos a lo que se ve en las aceras de Ceuta, es una cuestión de personas. Concretamente, de los cerca de 85.000 ciudadanos residentes en esta histórica ciudad, y de los más de 8.000 migrantes que han pasado la frontera en las últimas horas. Cerca de un 10% de su población.
Ceuta orilla el otro lado del Estrecho de Gibraltar y ocupa 18,5 kilómetros cuadrados. Aislada en los últimos tiempos por el cierre de la frontera, la ciudad autónoma tradicionalmente es un bullicio: un ir y venir de gente en las escuelas, en los comercios, en los ambulatorios. Poco de eso se ve ahora.
La rabia ceutí
"Estamos preocupados, claro", comenta a laSexta Nayat, maestra ceutí, a la que le costó conciliar el sueño anoche no sólo por el ruido de las hélices, sino por la cantidad de mensajes intercambiados con familiares y conocidos en la ciudad. "No tanto por miedo sino por rabia".
Este sentimiento no es una novedad en Ceuta. Pero lo de este martes es otra cosa: una emergencia inédita que ha desbordado la ciudad, que poco tiene que ver con los saltos masivos a la Valla -como comúnmente se conoce a la frontera-. La derivada real, y tangible, de todo este conflicto.
Pero la rabia persiste. Rabia por sentirse, desde siempre, desplazados. Rabia por que parezca que sean ciudadanos de segunda. Rabia por saber que sí, que Ceuta es España, pero también África y, a veces, eso se convierte en una galaxia diferente.
Los migrantes, deambulando
A todo esto, se le suman los migrantes. Y la combinación es preocupante: "Hay muchísima incertidumbre y preocupación. Hay mucha gente deambulando por las calles. Sentimos mucha pena de ver cómo los han utilizado un poco [a los ciudadanos marroquíes que han pasado] como medida de presión", explica Nayat Achiban.
Es el sentir generalizado. La vida de los ceutíes, de repente, ha variado: "Estamos desbordados; las autoridades, igual. Las calles están llenas de gente desconocida, sin mascarillas, algunos vinieron incluso sin ropa. Están sin comida", dibuja al otro lado del teléfono Kamal Mohamed, presidente de la Asociación de Vecinos de la barriada de El Príncipe. "La presión es total y la gente está muy asustada".
"Hay demasiados para el tamaño de Ceuta", incide el activista. "Los vecinos están asustados. Han estado ayudándoles en lo que pueden, dándole ropa y comida. Algunos ciudadanos los están acogiendo, pero la gran mayoría son miles y están deambulando por la calle".
El perfil de quien ha cruzado la Valla
De hecho, ese es el problema que señalan todos los ceutíes consultados por laSexta. "Yo he salido expresamente esta mañana a dar una vuelta por la ciudad para verlo con mis propios ojos", afirma Luis -nombre ficticio-, vecino ceutí jubilado que prefiere ocultar su verdadera identidad, "y la ciudad está completamente llena de jóvenes, de entre unos 17 y veintitantos años".
Según relatan los habitantes, no es algo que se circunscriba a la zona más cercana a la playa del Tarajal, la que hace de frontera física con Marruecos. "Son casi todos varones, y la mayoría está en el barrio de Hadú, por el muelle, pero también por el centro. Van, además, con atuendos de haber pasado por el agua, y están acumulados en los establecimientos donde venden alimentos, y se meten a pedir porque vienen sin nada".
"La mayoría de los que he visto, que son montañas y montañas de gente, van sin mascarillas de ningún tipo. Como están en Marruecos, están aquí", suspira el jubilado.
La vida, "muy ajetreada"
¿Significa esto que la vida se ha detenido en Ceuta? No. Ni mucho menos. Pero sí que se ha alterado el día a día. "Llaman mucho la atención, pero no te impide el movimiento en absoluto. Aprovechando que quería verlo, he estado en un par de tiendas y el negocio sin ningún tipo de problema", comenta Luis.
La vida "está muy ajetreada", sonríe Karim Prim, empresario ceutí, cuando laSexta pregunta. A trabajar ha ido la gente. Los comercios que han cerrado han sido los mínimos, aunque también los hay, por "miedo a saqueos". Por ejemplo, Zara. Cafeterías y restaurantes están abiertos, pero con la persiana bajada.
Los colegios tuvieron actividad, aunque lo cierto es que estaban las aulas vacías. Más de la mitad de los alumnos no fueron a clase, según fuentes de la Dirección Provincial del Ministerio de Educación y Formación Profesional (MEFP) y respalda la maestra Nayat Achiban, a tenor de lo vivido en la mañana de este martes. Los escolares ceutíes se dividen en dos turnos por las elevadas ratios, y en la segunda parte de la jornada ya recomendaron a los que sí asistieron a primera hora que se quedaran mejor en casa
"Hay muchos padres preocupados, intentando contactar con los maestros. Preguntando si es mejor que los lleven o no…", suspira la docente. "Yo a mi niña la llevé hoy al cole, por ejemplo, porque tenía un examen, pero suele volver andando sola a casa y esta vez le dije que se esperase en el cole a que la recogiéramos".
Un día a día "descuadrado"
La vacunación, de todos modos, y tal como se ha encargado de recalcar la Delegación del Gobierno ceutí, no se ha suspendido. Aunque los centros de salud "estaban tocados, por el tema de la pandemia, de las citas previas", explica Karim Prim. "Imagínate ahora, con desmayos, problemas y ahogamientos… un sinfín. La actividad se ha visto paralizada".
Las calles se sienten alerta, aunque inseguridad no hay. "La mayoría de la gente prefiere quedarse en casa. No ha habido comunicación oficial, pero las familias de los militares sí que van avisando, y se va creando una red de información. ‘Por favor, quedaros en casa y dejad que las fuerzas de seguridad del Estado se encarguen de la situación, que son quienes van a intentar solucionar el problema’", comenta Nayat.
"Esta mañana he hablado con mucha gente, que estaba preocupada, sobre todo porque puede entrar alguien en casa, o esconderse en algún sitio, y que por la noche les dé un susto, para que no se los lleve. Hay un poco de paranoia", suspira.
Similar visión aporta el empresario Prim. "Es muy complicado seguir con el día a día. Ceuta es muy pequeña. El tránsito de vehículos, las alarmas, las sirenas, los coches militares, los bulos… y mil cosas más. Ha sido una noche y está siendo un día muy ajetreado. O devuelven a la gente o…", se lamenta. "Esto nos descuadra".