Algunos de los encarcelados por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 vivieron sus penas en la cárcel rodeados de lujo, con mayordomos, embutidos de primera calidad, vino Rioja gran reserva y marisco gallego. Estos privilegios penitenciarios anómalos se dieron en los años posteriores al 23F, por el que fueron condenadas 30 personas. Sin embargo, el trato que recibieron en prisión fue diferente para unos y otros.
Antonio Tejero y Jaime Milans del Bosch fueron dos de los protagonistas del 23F: el primero, por encabezar el asalto al Congreso de los Diputados durante la sesión de la Cámara donde se decidía la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo. El segundo, por sacar los tanques a las calles de Valencia y decretar el estado de excepción en la Región Militar levantina.
Ambos fueron condenados a 30 años de cárcel y expulsados de sus respectivos cuerpos: Tejero, de la Guardia Civil; y Milans del Bosch, de las Fuerzas Armadas. El primero cumplía condena en la Prisión Militar del Castillo de la Palma en Mugardos (A Coruña) y el exmilitar fue encarcelado junto a Luis Torres Rojas en la Prisión Naval de Caranza, en Ferrol. Sin embargo, los condenados no sufrieron las penalidades propias de la vida carcelaria.
Antonio Tejero disfrutó durante su estancia en la cárcel de inmejorables vistas a la ría, permiso para recibir visitas diarias, barra libre de marisco y una celda sin rejas. Rafael Pillado, vicepresidente de la Asociación Fuco Buxan, contó a laSexta en 2014 que Tejero vivió en "un entorno propio de a quien van a tratar de forma exquisita".
El historiador Enrique Barrero explicó, en el mencionado reportaje, que se hizo una gran inversión para que la cara reconocible del 23F disfrutara de "calefacción, agua caliente, mobiliario", convirtiendo su habitación prácticamente en una suite. El antiguo teniente coronel salió de la cárcel en libertad condicional en 1996.
El "repostero" de Milans del Bosch en el "hotel" de Caranza
Los detalles de la vida de Milans del Bosch cumpliendo condena se conocen gracias a la entrevista que Gonzo realizó en El Intermedio en 2014 a Manuel Macías. Este ciudadano aseguró haber trabajado como mayordomo para el exgeneral durante su servicio militar.
Destinado a la Prisión de Caranza en los años 80, Macías aseguraba en su entrevista que ejerció como uno de lo dos ‘reposteros’ (lo que vendría a ser ‘mayordomos’ en jerga militar) que servían a los condenados por el 23F. Entre sus funciones se encontraban el hacerles el desayuno, adecentar la habitación y servirles la comida y la cena, tras la que se tomaban "un güisquicito", según contó a Gonzo.
En palabras del entrevistado, disponían de un bar "que ya quisieran muchos". El piso superior de la prisión estaba dotado de muchas otras comodidades: salón comedor, biblioteca, espacios personales, pista de atletismo… Macías aseguraba que "eso, más que una prisión, era un hotel".
Todas las Navidades, los reos recibían a sus familias y celebraban una cena de Nochebuena. El plato principal, según Macías, era sopa de marisco, del que nunca carecían, ya que un armador coruñés les llevaba periódicamente este producto en sus visitas a la prisión. Tampoco les faltaban otros productos de primera calidad: cada dos meses, desde Málaga llegaban provisiones como jamón de pata negra, vino Rioja gran reserva, mojama...
Ambos condenados disfrutaban de otros derechos: Macías recordaba que Milans del Bosch recibía llamadas de Augusto Pinochet y podía realizar las que quisiera. También recibían visitas si habían pedido audiencia previamente.
El que fuera general en Valencia tenía además "una amiga" que le visitaba una vez al mes, según contaba Manuel Macías, y durante el tiempo que pasaba en la cárcel no salían de la habitación. El entrevistado no se explicaba qué hacían en aquellas jornadas, ya que entonces "no existía viagra".
Es cuanto menos curioso que, con todas estas comodidades, el exmilitar solicitara a la Audiencia Nacional el traslado a una prisión "con un poco de dignidad humana", donde pudiera cumplir su condena de 30 años. Estas declaraciones fueron recogidas por El Correo Gallego el 7 de septiembre de 1984. Milans del Bosch salió de la cárcel solo siete años después de haber ingresado en ella. Su compañero, Torres Rojas, tuvo que esperar un año más, pero tampoco llegó a cumplir los 12 a los que había sido condenado.