Andalucía se antojaba para muchos como un laboratorio de pactos para lo que podía ocurrir en las otras cuatro citas electorales que restan a lo largo del año, pero el resultado del 22M aleja la imperiosa necesidad de los mismos aunque nadie haya conseguido la mayoría absoluta.
Susana Díaz puede considerarse la triunfadora de la noche, y pese a quedarse a ocho escaños de tener las manos absolutamente libres para llevar adelante sus planes, su amplia victoria aleja el fantasma de la ingobernabilidad. Es decir, las cábalas que se asentaban en algunas encuestas y que auguraban que tendría que depender de otras dos o tres fuerzas políticas han perdido fuelle.
De la mano de Díaz, el PSOE ha aguantado, pero la otra pata del bipartidismo imperfecto, el PP, se ha dejado medio millón de votos y trece escaños en el camino con la incógnita de cuánto puede haberle pasado factura a Juanma Moreno el desgaste de que su partido lleve más de tres años en la Moncloa.
Según explicaba el pasado viernes el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con independencia de lo que ocurriese en las elecciones, sus resultados no pueden extrapolarse a las próximas citas electorales, porque la historia ha demostrado que los españoles votan distinto en función de los comicios de que se trate.
Eso es lo que el Partido Popular espera ahora que quede demostrado en las elecciones municipales y autonómicas de dentro de dos meses, donde si esta fuerza política espera recuperar terreno, otras que han irrumpido en el Parlamento andaluz, Podemos y Ciudadanos, esperan que certifiquen un cambio de ciclo. Una nueva etapa en la que los españoles tal vez tengan que empezar a hacerse a la idea de que gobernar en minoría puede dejar de ser una excepción para convertirse en algo habitual.
El PSOE se ha encontrado con su primera victoria electoral en los últimos años y aunque Susana Díaz haya repetido el número de escaños logrados por los socialistas andaluces en los últimos comicios autonómicos, puede alimentar el debate sobre la candidatura socialista a la Presidencia del Gobierno. Ella ha dicho repetidas veces que no, que su sitio está en Andalucía. Pero las elecciones del 24 de mayo podrían servir para nuevas elucubraciones.
Tras su estreno en los comicios europeos del pasado mes de mayo, Podemos ha conseguido situarse como tercera fuerza política en el nuevo Parlamento andaluz. Son quince escaños que para cualquier partido casi recién nacido deben suponer un aldabonazo de cara al futuro, aunque las expectativas que se habían generado no han dejado del todo satisfechos a sus dirigentes.
Sí han mostrado euforia Albert Rivera y otros responsables de Ciudadanos por los nueve parlamentarios conseguidos, los primeros fuera de Cataluña y que esperan que sean sólo el comienzo de un camino que les haga imprescindibles para la gobernabilidad en muchos ayuntamientos y comunidades.
En el capítulo de perjudicados, Izquierda Unida ocupa un lugar destacado al ver rebajada su presencia en siete escaños, sufriendo de esta forma la irrupción de Podemos y sin sacar provecho de su presencia en el Gobierno andaluz en la pasada legislatura. No puede decirse, por tanto, que todo siga igual. Susana Díaz continuará al frente del Gobierno autonómico, pero la correlación de fuerzas ha sufrido una notable alteración. En eso, las elecciones andaluzas sí parecen haber sido la antesala de lo que puede ocurrir en la sucesión de citas electorales de los próximos meses.