A estas alturas de la campaña, que ya roza su final, a Pedro Sánchez sólo le queda aferrarse al auge de VOX para movilizar al máximo al electorado progresista.
No quiere poner límite a cual sería su éxito o su fracaso el 10N. Insiste en recordar que lo que está en juego el domingo es poder formar un gobierno socialista, sólido, que haga frente a los desafíos que están por venir. Porque todo lo demás, señala, se traducirá en bloqueo político.
La verdad es que no ha sido ésta una buena semana para el PSOE. El debate del lunes no fue mal para el candidato socialista, aunque en las filas del partido chirrio esa afirmación de "voy a traer a Puigdemont a España". El martes Sánchez se vio obligado a suspender un paseo por un barrio de Valladolid, los Pajarillos, donde le recibieron de manera hostil. El miércoles pronunció en Rne la polémica frase que ha soliviantado a los fiscales, al dar a entender que el gobierno ejerce un control sobre la Fiscalía. Y el jueves se vio obligado a rectificar en laSexta, ante la polvareda que se levantó con esas declaraciones. El presidente reconoció que no estuvo acertado y que sus declaraciones fueron un error. Error que el achacó al cansancio y a la intensa exposición mediática de estos días. Vendió su rectificación como un gesto de humildad. Pero la frase le ha perseguido ya toda la campaña.
Una semana complicada que ha provocado nervios e irritación en el comité electoral, donde algunas de las estrategias diseñadas por Iván Redondo -el gurú de Sánchez- no se han compartido.
Sólo en ésta recta final de campaña el PSOE recibía un regalo inesperado: el acuerdo de la Asamblea de Madrid -firmado por PP, Cs y Vox- para ilegalizar a los partidos independentistas. Muy bien utilizado, por cierto, por María Jesús Monteroen el debate a cinco de laSexta. Esta claro que el factor catalán ha distorsionado toda la campaña.
En el PSOE están deseando que pase. Que hoy se baje el telón. Han sufrido estos días. Le preguntaban hoy a Sánchez por sus sensaciones de cara al domingo y contestaba: "Tenemos confianza. Estamos en una encrucijada". Pero no son pocos los que en el PSOE recuerdan la insistencia de algunos en que se sopesara una nueva convocatoria electoral, porque las elecciones "las carga el diablo".
Ese umbral que en esas fechas se marcaron en la Moncloa, de 140 diputados, parece que ahora queda lejos. Se empieza a asumir que, incluso, se puede bajar de los 123 actuales.
Concluye hoy una campaña con tan sólo una certeza: que los futuros pactos poselectorales van a ser muy complicados, por no decir imposibles.