A ratos parecía que no llegaría el momento, por la sensación continua de campaña, de enfrentamiento político. Pero, finalmente, el día de las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid está aquí. 55 días más tarde, los votantes madrileños acudirán a las urnas para elegir quién desean que lleve el timón en los dos años restantes que quedan de legislatura. El ambiente es tenso y las encuestas han dibujado hasta el último minuto un panorama muy polarizado, pero con una diferencia mínima entre bloques.
Así, en mitad de una pandemia que ha cambiado cualquier expectativa, la balanza se inclinará para uno u otro lado dependiendo del número de ciudadanos que se decidan a acudir a los colegios electorales. Están llamados a las urnas un total de 5.112.658 personas, que elegirán a los 136 diputados que conformarán la Asamblea regional.
Madrid ha alzado el vuelo, más si cabe, y la dimensión que ha tomado la elección de su parlamento regional es innegable: la batalla ya no parece que sea por gobernar la autonomía, sino por ver cuál es el modelo que se impone. El maniqueísmo político llevado hasta las últimas.
Todo comenzó en Murcia
Era un miércoles cualquiera cuando España se levantó con un mapa político y se acostó, repentinamente, con otro. El 10 de marzo, una noticia sacudió el país: Ciudadanos y el PSOE se habían puesto de acuerdo para presentar dos mociones de censura en Murcia, una en el Ayuntamiento de la capital y otra a nivel autonómico. Los números, en principio, daban, y ambos partidos le arrebatarían al PP el poder.
Pero lo que comenzó como una batalla a nivel murciano pronto activó un efecto mariposa y continuó con un adelanto electoral en la Comunidad de Madrid y con el líder de Unidas Podemos y entonces vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales, Pablo Iglesias, dejando el Ejecutivo para liderar las listas de su formación en Madrid.
Ayuso pulsó el botón ante el miedo de que Cs también le plantara una moción de censura a ella. Los naranjas se quedaron diluidos, la Región de Murcia continuó bajo el poder del PP tras un episodio de trasfuguismo y la batalla política de la gestión de la pandemia se convirtió en márketing.
Una campaña nacional
La campaña se intuía dura: cuando Iglesias se decidió a bajar a la arena madrileña se confirmó lo que Isabel Díaz Ayuso venía arrogándose desde la gestión de la pandemia. El protagonismo de Madrid, conversación constante, torrente de informaciones y proclamas. Gozar de un estatus de autonomía que decide la voluntad de todo un país.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, apareció de lleno en la campaña para confrontar con Ayuso, le dio dimensión nacional y otorgó al voto a las autonomías la categoría de un comicio en clave estatal: parecía que el mensaje que el PSOE trataba de emitir era, sencillamente, un conmigo o contra mí, al igual que el PP.
Y las últimas horas de una campaña inolvidable -en todos los sentidos- sólo han hecho cristalizar esa sensación. Tras unas semanas marcadas por la polarización extrema, por los ánimos caldeados, por la proliferación de amenazas y los sobres con balas, por los agrios choques verbales y dialécticos, las elecciones del 4 de mayo tienen cierto regusto a plebiscito.
Tensión y caricatura
La tensión se palpó desde el minuto uno: parecía que la celebración o no de las elecciones se dirimiría en los tribunales, puesto que tanto el PSOE madrileño como Más Madrid intentaron bloquearlas presentando antes unas mociones de censura in extremis en el registro de la Asamblea de Madrid. Por una cuestión de minutos, fue necesaria la foto finish y decidió el TJSM: sí, los madrileños irían a votar.
¿Qué es lo que se vota este 4M? Las proclamas han sido muchas y muy variadas. Los seis partidos principales que se presentan a estos comicios han trufado todos sus discursos con grandilocuentes términos, desdibujados hasta la caricatura tras la eterna repetición.
Para Isabel Díaz Ayuso (PP), la cuestión a decidir es "la libertad". Para Ángel Gabilondo (PSOE), "la democracia". Para Mónica García (Más Madrid), "lo que de verdad importa". Pablo Iglesias (Unidas Podemos) hace un llamamiento para luchar contra el "fascismo". Para Rocío Monasterio (Vox), se vota para aplacar la amenaza "del comunismo". Edmundo Bal (Ciudadanos), que parece que se va a quedar sin representación tras haber ostentado su partido la vicepresidencia madrileña, reivindica el "centrismo".
Qué se juega cada partido
El panorama es bien diferente a las anteriores elecciones madrileñas. Las predicciones demoscópicas señalan una Asamblea dividida en dos bloques, casi al borde del empate técnico. La mayoría absoluta son 69 escaños y sólo el acuerdo entre partidos de la misma cuerda encumbrará a alguno de los candidatos a la Real Casa de Correos, sede del Gobierno madrileño en la Puerta del Sol.
Los puntos a vislumbrar serán si Ayuso, finalmente, consigue su anhelo y accede a la mayoría absoluta. El PSOE tratará de retener al mayor número de electores posible tras haber virado más hacia el centro, y buscará que Más Madrid no dé el campanazo y les adelante o se les acerque en demasía. Lo justo y suficiente para poder formar un bloque de izquierdas y arrebatarle la presidencia al PP.
Unidas Podemos y Vox cerrarán, previsiblemente, el número de grupos parlamentarios. Su lucha se bate en otros términos: conseguir la suficiente influencia para condicionar el gobierno saliente e imprimir sus políticas a los acuerdos.
Unas elecciones pandémicas
No son las primeras elecciones regionales que se celebran en nuestro país desde que el COVID-19 llegó a nuestras vidas. Pero sí serán ligeramente distintas a lo que vivimos con las catalanas del pasado mes de febrero, por ejemplo.
El dispositivo de seguridad previsto es amplio. Habrá 1.200 agentes locales, 4.500 policías nacionales y 2.200 guardias civiles velando por la correcta celebración de las elecciones. Sobre medidas estrictamente sanitarias, se distribuirán mascarillas quirúrgicas a la entrada de los centros electorales, gel hidroalcohólico y guantes.
Las instrucciones son claras. Al entrar en el colegio electoral serán visibles unas marcas en el suelo que señalarán el recorrido para mantener la distancia de seguridad entre personas y se establecerán diversos responsables de seguridad encargados de controlar el aforo de los mismos.
El equipo de responsables COVID estará formado por 3.000 personas, distribuidos en los casi 1.100 centros de votación. Se suministrarán más de 55.000 litros de gel hidroalcohólico, cinco millones de mascarillas, dos millones de guantes, 45.000 pantallas de protección facial y 9.100 litros de líquido desinfectante para las superficies y más de 250.000 metros de cinta de señalización.