Pese a que los diputados llegaban a la primera sesión de investidura para escuchar a Rajoy, había más expectación fuera del Congreso. Empezando por Pedro Sánchez, que ha aprovechado las reivindicaciones de Cañamero para pasar desapercibido a su entrada al hemiciclo.
El discurso del presidente en funciones ha durado una hora y veinte minutos, y muchos lo han vivido como un trámite de más o menos interés.
La bancada popular no ha dejado de apoyar a su líder; Jorge Moragas no se despegaba del móvil. Frente a eso, se encontraba la frialdad de Ciudadanos. Rivera no ha aplaudido, ni siquiera para refrendar las propuestas en materia de educación y contra el terrorismo.
El conflicto catalán ha dado lugar tanto a la risa como a la indignación, y a reproches tras la alusión velada a Sánchez. "¿O es que alguien aquí está pensando en convocar a los españoles a las urnas?", ha preguntado Rajoy.
En la tribuna de invitados se encontraban senadores, presidentes regionales y no sólo familiares. Además de a la madre de Iglesias y la mujer de Rajoy, se ha podido ver al padre Ángel.
Si bien el balance no ha sido para todos negativo, Mariano Rajoy ha torcido el gesto, sabedor de que sus 36 páginas de discurso no han removido voluntades.