Mario Conde intentó que su fortuna fuera invisible para los jueces y así evitar abonar los casi 14 millones de euros que aún debe del caso Banesto. Diseño, según el juez, una maraña de sociedades para repatriar el dinero sustituyendo su nombre por el de peculiares testaferros.

Como, por ejemplo, Ronald Stanek , que además de explicar cómo derrapar en la nieve también firmaba papeles en una empresa pantalla. Lo mismo hacía con sus cuentas bancarias, autorizando a su propio chófer Félix Leonardo o el guardés de su finca en Mallorca.

Y en ese plan de ocultamiento también aparecen sus inmuebles, que transfería a sus propias empresas para luego autopagar el alquiler. Y mientras Hacienda seguía sin cobrar una deuda de 10 millones por insolvente, el exbanquero facturaba a través de sus sociedades 69.000 euros por una serie, 300.000 euros por un libro o 42.000 euros al año por ser tertuliano en Intereconomía.

La noche del miércoles, algunos amigos se acercaron a su casa de Madrid para recogerle algunos enseres y llevarlos a prisión donde ha vuelto a entrar ocho años después de recuperar la libertad. Su hijo Mario no pisará la cárcel, mientras que su hija estará en arresto domicilio consideraba como la coordinadora de toda la trama.