El recuento, voto a voto, de las elecciones presidenciales francesas ha dejado un poso, un vaho denso, espeso, gris: el hartazgo de tantos ciudadanos que, entre la primera vuelta y esta, han decidido quedarse en casa, que ya no más; que total, para qué. La abstención en las presidenciales francesas ha alcanzado la cota más alta en 50 añosy el mensaje enviado directo al Elíseo ha sido claro: Francia está hastiada.
Emmanuel Macron ha revalidadola jefatura del Estado frente a Marine Le Pen, sí, pero con unos números llamativos: era un momento decisivo, con la ultraderecha fuerte y ganando terreno, y cada vez más franceses, desde luego más de los que participaron en la primera vuelta, han preferido seguir en el sofá. El actual presidenteha ganado con un 58,54% de los votosfrente a un 41,46% de la candidata de extrema derecha, pero el 28,2%, en datos de Ipsos & Sopra Steria, ha optado por no participar de la fiesta.
No se recuerda un movimiento tan claro, un patadón similar al sistema establecido, al menos desde este lado de los Pirineos, desde mayo de 2011. De la indignación al cansancio. Y así lo creen los propios protagonistas del movimiento 15-M, en conversación con laSexta: "Sin lugar a dudas, hay paralelismos muy fuertes. El problema es que estamos ya en un momento político diferente al que vivimos el 15-M".
De aquellos polvos, estos lodos, con las particularidades de cada sistema político mediante.
"El cansancio no es exclusivo de Francia"
Fabio Gándara, cofundador de Democracia Real Ya hace una década y director de la agencia Chocolate Comunicación Social ahora, lo ve claro. "Hay un hartazgo ciudadano respecto a las instituciones y la política que vivimos en todos los países occidentales, no es algo exclusivo de Francia: un cansancio de la ciudadanía frente a partidos políticos que no acaban resolviendo sus problemas".
"Hay algún punto en común", asegura el politólogo Eduardo Bayón. "El contexto de crisis económica, social y política, porque el 15-M era crisis económica de 2008 y ahora son las consecuencias económicas de la pandemia y de la guerra de Ucrania. Creo que hay una parte de malestares particulares de Francia, que tienen elementos comunes que no se entienden sin la crisis de 2008", analiza.
Ambos países tienen su propia manera de hacer política, de entender lo público y de manifestar sus reclamaciones. Pero la Europa que vivíamos entonces también ha cambiado en esta década. Y los protagonistas lo saben.
Lo de Francia, un "aviso a navegantes"
Eduardo Rubiño tiene 30 años y fue una de las caras del 15M desde el colectivo Juventud Sin Futuro. Después dio el salto a política, y ahora es diputado y senador por Más Madrid. "De la movilización de hace unos años han pasado muchas cosas: ha habido un gran cambio en la política española, pero lo que ha pasado en Francia nos tiene que hacer entender que al gobierno progresista -que está ahora en una etapa complicada en la legislatura- le tiene que servir de aviso a navegantes", avisa desde el otro lado del teléfono.
"El electorado progresista no va a movilizarse todo por el miedo a una extrema derecha que viene a destruir la democracia, que es un riesgo real, pero que desde luego ese miedo por sí solo no va a movilizar", suspira.
Según el recuento del Ministerio del Interior francés, la abstención este domingo alcanzó el 28%, 2,6 puntos más que en las elecciones de 2017, cuando se situó en el 25,4%. La desmovilización se ahondó entre las dos vueltas: una bajada de casi dos puntos con respecto a la votación de hace dos semanas (26,3%).
Y la tendencia no lo sitúa como algo excepcional: es la segunda vez consecutiva en que la abstención aumenta entre las dos rondas, pese a que en ambas ocasiones los franceses han tenido que elegir Macron, un político de centro y europeísta, y Le Pen, una dirigente ultraderechista.
Los rostros de la desconexión de la política
En España, los datos de abstención nunca dibujaron el sentimiento real, por el calendario electoral y por cómo se canalizó toda la energía del movimiento 15-M. "Era un momento aún previo al surgimiento de los grandes movimientos populistas en Occidente, donde no había esta explosión que estamos viviendo actualmente y estamos en un momento de fractura social absoluta tanto en Francia como España, como otros muchos países, donde estamos lejos de ese sentimiento de trabajo por el bien común, de puesta en común de los valores que nos unían como ciudadanos, de búsqueda del progreso en conjunto de la sociedad hacia una democracia más avanzada...", se lamenta Fabio Gándara.
Según un estudio de Ipsos-Sopra Steria, la desconexión con la política francesa tiene unos rostros muy concretos. Entre los jóvenes de 25-34 años, la abstención fue especialmente elevada en la primera vuelta (46%), seguido de los obreros (33%).
El politólogo Pablo Simón no cree que haya un paralelismo entre la indignación y el hastío, aunque sí "puede haber causas comunes que expliquen fenómenos que son distintos". "A efectos prácticos, el 15-M era un movimiento social irreductible que no buscaba representación institucional, que canalizaba frustraciones, que sobre todo se caracterizaba por ser el síntoma de crisis económica y descontento. Pero buscaban operar como movimiento social, no había ni representantes establecidos".
Sin ilusión no hay movilización
El también profesor de la Universidad Carlos III sí aprecia un elemento común: la insatisfacción ciudadana, "que viene detonada por la crisis de 2008 y, por otro lado, por una crisis de representación institucional que lleva con nosotros muchas décadas y que puede explosionar de muchas maneras. Se puede canalizar a través de movimientos sociales violentos, como los Chalecos Amarillos, o votando a partidos fuera de los tradicionales, que a veces de va con la Francia Insumisa de Mélenchon, con Le Pen, o con Macron, incluso con la abstención".
"Si no hay proyecto ilusionante, no hay movilización", sentencia Rubiño. A sus ojos, "el hartazgo ha ido cambiando, ha habido momentos esperanzadores incluso hace unos años. Estamos viviendo de nuevo un ciclo de desafección y hay que atenderlo".
Para el antiguo indignado, lo mollar entre ambos sistemas es "la lejanía con la gente joven". "El movimiento 15-M surgió también como un movimiento generacional, para la generación millenial, que teníamos un tapón".
"La generación que viene ahora, que también ha vivido siempre en crisis (pandemia, guerra, y de alguna manera son herederos de la de 2008), la generación Z, se siente muy poco representada en las instituciones y tendrán que dar su propia patada al tablero, no pedir permiso y abrirse paso. Ese ciclo generacional, hay una responsabilidad de las instituciones de renovar, porque si no se hace así, se hace a las bravas".
Los atrapados en el sistema
Ese hartazgo, la sensación de no tener futuro, de estar atrapado en un sistema, de no tener horizonte, sí que es un elemento común. Lo explica Eduardo Bayón: "Es muy palpable el voto a Le Pen de gente que puede sentirse 'perdedora o insatisfecha', con un malestar notable, no es sólo que le voten obreros".
"La comparación la llevaría al votante joven de izquierdas en España", sintetiza. Y los datos de Francia le dan la razón.
Un estudio de Ipsos & Sopra Steria, consultora política y sociológica del país galo, el 63% de los votantes de la segunda vuelta se siente insatisfecho con respecto a su vida. También hizo un perfil sobre el abstencionista en las presidenciales. "La abstención fue alta, en parte por un voto ‘dique’ que ha caído en cinco años, con un 41% de votantes para Jean-Luc Mélenchon que no habló este año (24% abstención, 17% votos en blanco o nulos)", muestra el informe.
Además, en términos de proximidad partidista, "los votantes de Francia Insumisa (43%) se abstuvieron casi el doble que todos los demás".
"En España tenemos muchas diferencias con Francia", argumenta Pablo Simón. "En Francia el resultado de la primera vuelta es más representativo que la segunda", por un lado, y, especialmente, "en España tendemos en ser más abstencionistas que en Francia, por tradición histórica, porque en las democracias jóvenes se tiende a votar menos".
¿Un nuevo 15-M en España?
Pero Fabio Gándara aprecia otro detalle, que "el contexto de fondo es el mismo: la profunda insatisfacción de los ciudadanos con sus élites, con democracias imperfectas, con partidos políticos que ya no resuelven los problemas de los ciudadanos". "Aquello [el 15-M] fue cosa de la ilusión; ahora es fruto del miedo, la guerra y las crisis"
"En Francia también se está sucediendo esta fractura", considera el cofundador de Democracia Real Ya. "En España tenemos ese problema, pero en Francia todavía más acentuado, con la izquierda absolutamente fragmentada y sólo ha servido para que no pudiesen llegar a la segunda vuelta".
Rubiño tampoco duda: "Más nos valdría escuchar a la gente joven (cambio clima, salud mental, precariedad, falta expectativas de futuro). Si no se abre paso... explotará". Como ya sucedió hace una década.