Es una cuestión de pequeños movimientos. Sales del portal, en cualquier calle, y, de repente, al girar a uno y otro lado, hay una terraza de bar. Cruzas la calle, y otra. Y, en la acera de enfrente, donde antes había una zona de aparcamiento, también.
No es una distopía. Es lo que se está viviendo en la capital de España al ralentí de la recuperación económica del COVID-19. Las terrazas han tomado las calles, pero también la política, desde que Isabel Díaz Ayuso hiciera campaña electoral basando parte de la identidad madrileña en los bares, las terrazas y las cañas.
En Madrid, según datos del propio ayuntamiento, hay, en la actualidad, 6.400. Esto significa que, por cada kilómetro cuadrado, hay más de 10 terrazas. Y todo apunta a que irá a más: Esta misma semana el propio alcalde, el popular José Luis Martínez-Almeida, ya anunció que todas las que se habían instalado desde la pandemia en los establecimientos que antes no las tenían, se podrán quedar, como mínimo, hasta 2022. Y en cuestión de un par de días jugarán un papel fundamental con la reapertura del ocio nocturno.
Es algo inédito. Madrid va de la mano de las terrazas como no lo hace ninguna otra ciudad. El COVID-19 sólo ha acelerado un proceso que preocupa a los expertos. “París, por ejemplo, ha hecho un replanteamiento total de la movilidad en la ciudad, y Madrid es la única ciudad del mundo de su tamaño que se ha quedado atrás”, suspiraÁlvaro Ardura, arquitecto urbanista, profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid y coautor de First We Take Manhattan: la destrucción creativa de las ciudades (Catarata).
De las terrazas dependen unos 6.000 puestos de trabajo y 2.000 negocios
De las terrazas en Madrid dependen muchas cosas. Para empezar, unos 6.000 puestos de trabajo y 2.000 negocios, según plantea la asociación Hostelería Madrid. Pero también el descanso de los vecinos, que, organizados y en conversación con laSexta.com, han reclamado al Ayuntamiento no vivir en “un recinto ferial”, sino poder disfrutar de sus calles como peatones. “Ya había sobrecarga de terrazas sobre las aceras antes de la pandemia, con que, si no se hubieran pasado algunas a las plazas de aparcamiento, habría sido intransitable en muchos tramos”, opina Ardura.
Descansar o trabajar, un "tira y afloja"
Los expertos coinciden: “Estamos de acuerdo con habilitar espacios, más en un contexto pandémico, pero no en que se haga a costa del peatón. Debe ser ganándole el terreno a la calzada o a vehículos estacionados”, explica a esta cadena Alba Navarrete, arquitecta urbanista de la consultora urbana y territorial Traza Territorio.
Sobre todo, porque una terraza puede parecer inocua, pero no lo es. “Está cambiando el imaginario del propio espacio público. Antes se concebían las aceras como espacio de movilidad, de desplazamiento, y ahora son espacios privatizados”. Y, por eso, ya cada vez es más raro ver a niños jugando en las calles, ancianos paseando, adolescentes haciendo vida o ciudadanos con diversidad funcional pudiendo desplazarse con normalidad. Y tan importantes son que el propio Ayuntamiento de Madrid ha tenido que crear una comisión municipal dedicada a ellas en exclusiva.
Tras el confinamiento, la calle y el aire libre se convirtieron en el principal objeto de deseo. Y, en Madrid, casi en una necesidad básica: un 20,3% de las casas son interiores
“Aquí llega el tira y afloja”, sonríe al otro lado del teléfono el urbanista Antonio Giraldo. “Al ser una circunstancia excepcional por la pandemia, todos hemos cedido un poco. Pero el hecho de extender y ampliar terrazas en la vía pública puede generar varios conflictos. Porque el espacio público es de todos y se está concediendo a beneficio del Ayuntamiento. A raíz de la pandemia estamos reclamando más espacio público”.
Es cierto: a base de estar tres meses en confinamiento domiciliario, la calle, el aire libre, las plazas y los bulevares se convirtieron en el principal objeto de deseo. Sobre todo en las grandes ciudades. Y, en Madrid, casi en una necesidad básica, puesto que en la capital hay un 20,3% de las viviendas que son interiores: es decir, que no tienen ventanas con vistas a la calle. Es un dato muy por encima de la media nacional, que se sitúa en el 7,9%, tal y como mostraba un estudio de Idealista.
Quizás, por eso, a nadie le chirríe la querencia del madrileño a la terraza. Aunque cada vez haya más… y no sean tan agradables cuando atentan contra el descanso de los ciudadanos.
Requisitos para las terrazas
Pero, para instalar una terraza en la ciudad de Madrid, por ejemplo, hace falta cubrir unos requisitos básicos, recogidos en la Ordenanza de Terrazas y Quioscos de Hostelería y Restauración, aprobada en el año 2013. Y las mesas en el exterior pueden ser temporales -sólo con el buen tiempo- o permanentes.
Para que haya terraza, debe haber al menos 2,5m de anchura para el paso de peatones y no hacer quiebros en la acera
Las terrazas se disponen longitudinalmente en la línea de bordillo de la acera, frente a la fachada del establecimiento y en su caso, la de los colindantes, especifica la legislación. La anchura libre de paso para los peatones no puede ser inferior a 2,50 metros, respetándose un itinerario de forma continua, evitando quiebros a lo largo de una línea de manzana.
También cabe recordar que la ocupación no puede sobrepasar el 50 por ciento de la anchura del espacio donde se instalen las terrazas, y que el espacio entre terrazas consecutivas ha de ser como mínimo de 1,50 metros. Sin embargo, tan sólo hay que darse una vuelta por determinadas zonas de Madrid para darse cuenta que no siempre se cumple.
Horarios... y dejar dormir
Fuentes de la Dirección General de Coordinación Territorial del Ayuntamiento de Madrid precisan que los horarios de las terrazas están fijados por la Comunidad de Madrid y por el Ayuntamiento. Las terrazas COVID cierran a las 00.00, por la resolución 61 de la Comisión de Terrazas, y no pueden abrir más allá.
Las demás deben cerrar, como máximo, a la 01:00 horas, no pudiendo en ningún caso admitir nuevos clientes a partir de las 00:00 horas, rigiendo el horario de cierre que tuvieran autorizado por los órganos competentes si este fuera anterior a dicha hora y, en todo caso, sometiendo el ejercicio de actividad al horario máximo de apertura y cierre del establecimiento del que son accesorias. “Fuera de estos horarios no se pueden tener abiertas las terrazas más allá. No es a elección del hostelero”, subrayan.
El estudio de Medio Ambiente justifica la ampliación de las terrazas COVID por la "emergencia sanitaria y económica"
Con la duplicación del número de terrazas en la ciudad, la contaminación acústica también se ha multiplicado. Tanto, que desde el propio consistorio municipal ha tenido que llevar a cabo un informe solicitado por el Área Delegada de Coordinación Territorial a la de Medio Ambiente y Movilidad.
Dicho estudio, al que ha tenido acceso laSexta, justifica la autorización de la ampliación de las terrazas COVID hasta 2022 “a la vista de la prolongación de la situación de excepcionalidad, y por la situación de emergencia sanitaria y económica”, pero las que efectivamente ocupan espacios de estacionamiento de coches, “sólo podrán solicitarse hasta el 31 de agosto” porque “existe un marcado déficit de estacionamiento”.
El Ayuntamiento de Madrid reconoce que “es indudable que el funcionamiento de una terraza y las conversaciones de sus usuarios suponen una afección acústica en su entorno, ya que la actividad se desarrolla en el medio ambiente exterior y no en un recinto cerrado dotado de medidas de aislamiento. Esta afección se incrementa de forma muy importante cuando la terraza funciona en horario nocturno, período especialmente sensible por coincidir con el descanso de la mayoría de las personas”.
Las calles-terraza
¿Y fuera de esas horas? Hay zonas de la ciudad en las que las terrazas han tomado las aceras. “Se está priorizando una urgencia económica frente a unos criterios urbanos. Además, con terrazas que calientan el aire o auténticas calles-terraza, como la calle Ponzano”, admite la urbanista Alba Navarrete.
Ponzano es una 'calle-terraza', una zona saturada de hostelería
“Ponzano es una zona saturada de actividad de hostelería”, sintetiza Álvaro Ardura, “y sobre la que deberían tomarse medidas como la zona de protección acústica especial que funciona en todo el distrito Centro, para que no se concentre en una misma calle 800 sillas”.
Aunque este caso concreto, el problema no es de la pandemia. “Ya existía antes del COVID, con los bares y su actividad en interior. Pasa igual que lo que sucedió antes con los Bajos de Aurrerá en Gaztambide [los conocidos Bajos de Argüelles]”.
Sin embargo, estar en la calle es algo natural. Un rasgo muy español sobre el que hemos cimentado nuestra identidad y nuestra manera de relacionarnos. También, claro, asociada con el ocio.
“Debemos reflexionar sobre que sea sancionable beber alcohol en una vía pública, pero no lo sea hacerlo si es en una terraza. El mensaje que subyace es: disfruta del espacio público, pero sentado, consumiendo”, considera el urbanista Antonio Giraldo. “Te invita a eso en vez de dejarte una opción alternativa”.
Estar en la calle es algo natural. Un rasgo muy español sobre el que hemos cimentado nuestra identidad y nuestra manera de relacionarnos
Esa manera de vivir, a ojos del profesor Ardura, genera “un hándicap” mayor frente a otros países. “Hay calles dedicadas al ocio en otros países, pero, por ejemplo, en el contexto anglosajón, en el centro de las ciudades vive menos gente. Esa mezcla de usos es más característica de la Europa continental y mediterránea”.
Así, la terraza, lo que tan sólo parecía un conjunto de sillas y mesas, se ha desvelado como un poliedro sobre el que desplegar qué modelo de ciudad queremos. En el caso del Ayuntamiento de Madrid, actuando como árbitro entre vivir y consumir. Pero, con la cuenta atrás de las medidas pandémicas, hay una pregunta que plantearnos: qué tipo de ciudad soñamos… y si va a estar infestada de terrazas.