Entonado discurso de intolerancia contra la corrupción, que Rajoy ha salpicado de medidas durante tres cuartos de hora hasta presentarse como preparado para hacerle la guerra a los corruptos.

Pero detrás de una exposición irreprochable, hay un presidente rodeado por tantos y tan graves casos de corrupción que el contrario lo ha tenido fácil. Sobre todo, tras este principio moral: "Tan grave como saltarse las leyes es no dar ejemplo".

La oposición ha atacado entonces por el flanco débil. Ha acusado a su partido de lucrarse con la Gürtel, ha tachado al presidente de no estar en condiciones para liderar la lucha contra la corrupción y de no tener ninguna credibilidad.

A Rajoy le han llovido balas de todas partes, algunas directas al corazón. Otras, con intención letal. Y la mayoría, con total escepticismo.