Tras un año pandémico, el movimiento feminista se encuentra, de nuevo, ante el espejo. Porque si el COVID ha trastocado las vidas de todos, las de las mujeres han tenido sus propias peculiaridades. Ante esta gran crisis, se ha subrayado quién es fuerte en una sociedad y quién es débil. Y si los datos del último año han dejado algo en claro es que el rostro desfavorecido vuelve a ser el de la mujer.
Tanto que, por ejemplo, la única manifestación prohibida en la capital de España por la Delegación del Gobierno en los últimos tiempos ha sido la del 8M. Ni reivindicaciones políticas, ni educativas, ni sanitarias.
Pero eso sólo es un síntoma más: según la última encuesta del CIS sobre salud mental durante la pandemia, las mujeres han sufrido más en cualquiera de los supuestos: ansiedad, cargo de conciencia por encontrarse mal, preocupado o incluso pesadillas. La carga mental.
"Quien siempre paga es la mujer"
Entonces, ¿2020 ha sido un mal año para las mujeres? Para la periodista y activista feminista Cristina Fallarás, sí, sin duda. "Lo ha sido en tanto en que se ha evidenciado que cuando paga alguien, son las mujeres. Quien se queda sin dinero, quien cuida de la casa y de la cotidianidad", arguye en conversación con laSexta.
"Este año hemos retrocedido en todo. La pandemia ha sido como una mancha de aceite que lo tapa todo. O como un diagnóstico de cáncer que deja todo lo demás en suspenso. No hablamos más de los refugiados, de los desplazados, de las maltratadas, no hablamos más de casi nada, salvo de la pandemia", considera Rosa Montero, escritora, en la misma línea, pero con grandes matices. "No ha sido el año de las mujeres, tampoco de los hombres. Es un año penoso, dolorido, traumático. A ver qué sale de aquí, que no está nada claro", se lamenta la también periodista.
La pandemia ha sido como una mancha de aceite que lo tapa todo. O como un diagnóstico de cáncer que deja todo lo demás en suspenso
Las medidas de confinamiento, las restricciones de movilidad, la crisis económica, el cierre de las escuelas y la masificación de los centros de salud están llevando a millones de mujeres a situaciones límite con una multiplicación de la carga de trabajo y estrés. La situación, que empieza a antojarse permanente, es preocupante.
La violencia aumenta: un 200% más de consultas online
Comenzando por la violencia de género en su arista más terrible: los asesinatos. El recuento de mortalidad, una cifra que iba en aumento desde el año 2016 -según los datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género-, se frenó radicalmente por el encierro. En el primer año de la pandemia murieron 45 mujeres a manos de sus parejas o exparejas en España. En 2019 fueron 55; en 2018, 51, y en 2017, 50.
El terror para muchas otras derivó en otras formas de violencia. El confinamiento, obligado, no permitía salir de las cuatro paredes de su domicilio a ninguna mujer que estuviera viviendo su propio infierno. Y se reflejó pronto: tan sólo en el mes de abril del pasado año aumentaron un 60% las llamadas al 016, el teléfono contra la violencia machista. Las consultas online se incrementaron en un 200%.
Es un síntoma claro del magma en el que se han visto sumidas muchas mujeres cuando la salud pública se cruzó por medio. "Del mismo modo que el COVID ataca especialmente a las personas con patologías previas, también podemos decir que la pandemia ha agravado las patologías sociales previas, y la desigualdad entre los sexos es una de las principales", comenta Laura Freixas, escritora.
Según el índice 'ClosingGap', España tardaría 35 años en conseguir la igualdad efectiva
Por ejemplo, el índice 'ClosingGap' (Cerrando la brecha, en castellano), que mide la evolución de la mujer en cinco ámbitos clave: empleo, educación, conciliación, digitalización y salud y bienestar, se sitúa en nuestro país, para el año 2020, en el 64,1%. Así, y para conseguir la igualdad efectiva, se tardarían 35 años si la progresión de ese porcentaje restante continuara al mismo ritmo que los últimos años.
No es la única muestra. Según los datos del último Eurostat, España es el país de la Unión Europea en el que más creció el desempleo femeninio en 2020. En el año pandémico, el paro de las mujeres en nuestro país aumentó tres puntos (del 15,7% al 18,4%) y se ahondó la brecha de desigualdad, (18,4% frente al 14,2%: la de mayor diferencia de toda la UE). Además, esta marca supone más del doble de la media de los 27 Estados miembros (7,9%)
En datos totales, sólo Grecia (20,6%) supera a España (18,4%) como el país de la UE con más paro femenino.
Además, según Ilostat, el departamento de Estadística de la Organización Internacional del Trabajo, la pandemia "ha tenido un impacto desproporcionadamente negativo en las mujeres, dado que hay más mujeres que trabajan en el turismo, el comercio minorista y los sectores informales, que han sido los más afectados por la pandemia".
Teletrabajo, cuidados y cierre de escuelas
A ojos de Freixas, "esa desigualdad se manifiesta en que las mujeres, ya antes de la pandemia, sufrían más paro, contratos más precarios, menores sueldos, más probabilidades de encabezar una familia monoparental y más tiempo dedicado a los cuidados gratuitos de menores, mayores y dependientes, con la consiguiente penalización de su situación laboral y económica (lo que posteriormente se refleja en unas pensiones mucho más bajas que las masculinas)".
Se suma el cierre de escuelas, guarderías y residencias, que "ha aumentado mucho esta dedicación de las mujeres a los cuidados, con el consiguiente retroceso laboral y aumento de la brecha salarial", para Freixas.
Es algo en lo que concuerda Rosa Márquez, escritora y coautora del documental feminista 'Qué coño está pasando', de Netflix, y del ensayo '¿Cerró usted las piernas?' junto a Marta Jaenes, periodista de esta casa. "Las mujeres han desempeñado un papel muy importante durante la pandemia: son mayoría en sectores que han resultado esenciales como la sanidad, el comercio, los cuidados o la limpieza. Sin embargo, muchos de estos trabajos no están ni bien pagados ni reconocidos socialmente y me temo que la crisis que se nos viene encima traerá aún más pobreza y precariedad laboral a las mujeres", se lamenta.
Hay más madres que no consiguen recuperar el empleo que padres
Con eso en mente, el Ministerio de Igualdad cerró hace tan sólo unos días el reparto de 190 millones de euros para este curso, de la mano de las comunidades, para crear una red de cuidadores profesionales que faciliten la conciliación y atiendan a los menores de 14 años mientras sus madres trabajan. El proyecto, titulado Plan Corresponsables, va mañana martes al Consejo de Ministros y está dirigido a familias monoparentales, víctimas de violencia machista, desempleadas y mujeres mayores de 45 años.
El objetivo hacia el que se dirige la acción del Ministerio es muy real y está muy presente: los datos de la Encuesta de la Población Activa (EPA) dibujaban un panorama desolador en el último trimestre de 2020. El empleo femenino caía más que el masculino, con especial incidencia en la maternidad. Porque los hombres padres recuperaban el nivel de trabajo del mismo tramo de 2019, pero las madres no: su empleabilidad caía. Concretamente, un 2,4%.
Lo cierto es que gran parte del problema social que ha dejado la pandemia ha sido "no dar una respuesta adecuada, integral y viable a las mujeres en estos tiempos de pandemia", en palabras de Loola Pérez, sexóloga y educadora. "Las políticas públicas se han concebido como eslóganes, como un tipo de propaganda partidista. No existe un compromiso por la conciliación, el cual no implique 'sólo' a las mujeres", cuenta.
"Las trabajadoras sexuales se quedaron al margen del Ingreso Mínimo Vital; hemos adoptado el 'teletrabajo' sin dar alternativas a aquellas mujeres que son madres y que temen que su productividad disminuya por la carga mental que supone 'estar pendiente de lo familiar y lo laboral', las políticas de empleo apenas están prestando atención a la situación laboral de las mujeres…", enumera Pérez.
Un feminismo en ruptura
Sin embargo, no todos son malas consecuencias derivadas de la pandemia. Al menos, así lo ve la escritora y ensayista Luna Miguel, en conversación con laSexta. "Necesitamos que esta reivindicación histórica por la igualdad no se quede anquilosada en una sola fecha", aduce. "Me gustaría pensar que un año tan complejo como este, a pesar de todo, nos ha dado las herramientas para saber lo importante que son los vínculos humanos, la amistad, los cuidados y la generosidad. ¿Y no eran esas cosas, precisamente, reivindicaciones feministas? Que no se nos olvide", reclama.
Pero quizás gran parte de esa relegación, de esa sensación de que lo que se viene será peor, se debe a la división que se vive dentro del mismo feminismo. Según la sexóloga, el año de la pandemia no ha sido el año de las mujeres, sino "más bien ha sido el año donde se ha puesto sobre la mesa la gran ruptura que existe dentro del movimiento feminista".
Me gustaría pensar que un año tan complejo como este, a pesar de todo, nos ha dado las herramientas para saber lo importante que son los vínculos humanos, la amistad, los cuidados y la generosidad. ¿Y no eran esas cosas, precisamente, reivindicaciones feministas?
"Hemos pasado de los debates a los enfrentamientos. El nivel de hostilidad que este año se ha respirado en espacios y jornadas feministas ha deslucido las necesidades y demandas de las mujeres ante las consecuencias de la COVID-19: problemas de conciliación, precariedad, dificultades para acceder a una educación de calidad, recorte en servicios sociales…", suspira Pérez.
Puede que, por eso, la sensación de retroceso en el camino hacia la igualdad sea tan generalizada. Todas las voces consultadas están de acuerdo: no ha habido avances de un año para otro. "Hemos retrocedido bastante, en la cantidad de enemigos que enfrentamos y su poder en las instituciones", aduce Cristina Fallarás.
Y continúa: "Nadie en democracia se había atrevido a negar que existe la violencia de género y, con las posturas de Vox, todos aquellos machistas que no se atreven a decirlo se ven legitimados. Y el retroceso ahí es devastador. No nos hemos dado cuenta del roto. La pandemia hace diluir la violencia machista".
Puede que el futuro más próximo no tenga mucha luz. Puede que, como ante cualquier catástrofe, se tarde tiempo en ser consciente de qué ha supuesto la pandemia para la mujer y recuperar lo conseguido. Pero si algo queda claro es que la resistencia -que no puede ser indefinida- siempre tendrá un antes y después en este año negro.