Ya ha pasado un año desde el primer día en que tuvimos que salir a la calle con mascarilla... de forma obligatoria. El 21 de mayo de 2020 entraba en vigor la norma que impuso su utilización en interiores, pero también en espacios al aire libre cuando no se pudiera cumplir la distancia de seguridad.
El aniversario llega ahora con la perspectiva de relajar esta medida en un futuro próximo. Fernando Simón avanzaba este lunes que se podría reducir "en no muchos días", a pesar de que el Ministerio de Sanidad, en principio, quería esperar a tener al menos al 50 o 70% de la población vacunada antes. Carolina Darias advertía esta misma semana de que "tendremos que ir por pasos".
Ahora, con la incidencia de coronavirus en España de vuelta al riesgo medio y cada vez más población inmunizada -más de siete millones y medio de españoles con la pauta completa- no pocos empiezan a vislumbrar el momento de decir adiós a este omnipresente -y a menudo incómodo- accesorio, al menos en ciertas situaciones. Otros, en cambio, ven ese momento con aprensión.
El debate político sobre la mascarilla, en cualquier caso, ya se ha abierto.Cataluñaanticipaba hace unos días que se replanteará su uso "en las próximas semanas", pero otros territorios, como Madrid o Andalucía, se muestran reticentes. "Todavía, en la situación en la que estamos, hay que esperar un poco", decía el consejero de Sanidad madrileño. Su homólogo andaluz, a su vez, defendía la mascarilla como "el arma más potente que tenemos, después de la vacuna, para luchar contra el COVID-19".
¿El momento de decirle adiós?
¿Y qué opinan los expertos? El profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública Carlos Aibar, de la Universidad de Zaragoza, se muestra contrario a eliminar el uso de mascarilla en ambientes cerrados, pero distingue entre diferentes situaciones en los espacios abiertos: "No es lo mismo estar sentado en una cafetería a menos de un metro de distancia de otra persona, que paseando por una calle comercial, que paseando por el parque, la playa o por el campo, sin que haya apenas personas", señala a laSexta.
Así, apunta el especialista, esta medida podría relajarse en las playas, el campo, los parques y espacios abiertos "con pocas o ninguna persona". "La recomendación para exteriores varía en función del número de personas", resume el doctor Aibar, que, no obstante, advierte de que la cuestión está en "cómo lograr un cumplimiento sistemático" cuando hay "un cumplimiento no excesivamente bueno de las medidas de prevención".
Cuándo, dónde y quién
Por su parte, Óscar Zurriaga, vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), sostiene que "hay sitios en los que se puede ir relajando" la mascarilla obligatoria y que incluso "ya lo podíamos haber hecho hace tiempo". A su juicio, hay circunstancias en exteriores "que ya debieron ser contempladas en su momento" donde "no es necesario llevar la mascarilla". "Aquellos sitios de exterior donde hay suficiente ventilación, donde no hay aglomeración de personas y no se está comiendo ni bebiendo pueden ser situaciones en las cuales no sería imprescindible", agrega.
"En calles que están vacías o con poca gente, tampoco sería necesario, pero es difícil decir 'en esta calle sí y la de al lado no'", matiza el epidemiólogo, que, en conversación con laSexta, advierte de que "hay que evitar confundir más a la población" con medidas de difícil cumplimiento. En parte por este motivo, el experto rechaza de plano la posibilidad de permitir que laspersonas vacunadas prescindan de la mascarilla, como se ha hecho en Estados Unidos, una opción que considera "una doble injusticia".
"Permitir a los vacunados ir sin mascarilla es una doble injusticia"
"Hay mucha gente que no está vacunada no porque no quiera, sino porque no le ha llegado todavía", recuerda el doctor Zurriaga, que se opone a "castigarla además diciéndole que ellos sí tienen que llevar mascarilla mientras los otros se la quitan". Además, advierte, si bien "su carga viral es menor", también "los vacunados pueden transmitir la enfermedad". En cualquier caso, apostilla, "el día que se quite, va a ser más fácil quitarla para todo el mundo".
El vicepresidente de la SEE, en todo caso, no es partidario de ligar la decisión de relajar la obligatoriedad de la mascarilla meramente a un porcentaje de vacunados. "No es solamente la cobertura vacunal, es cómo está distribuida", señala el experto, que defiende que tendría que ser "homogéneamente en toda la población" y recuerda que también es importante tener en cuenta la incidencia acumulada.
Pero, ¿estaremos preparados?
Lo cierto es que en el último año los ciudadanos han tenido que adaptarse a una nueva realidad que incluye la mascarilla obligatoria en la calle y los espacios públicos. No obstante, según el 'Estudio Social sobre la Pandemia', elaborado por el CSIC, la mayoría no lo percibe como un gran sacrificio: solo un 5,8% de los encuestados declara que cumplirlo le ha costado mucho, frente al 38,5% que afirma que no le ha costado nada.
De cualquier forma, cuando finalmente llegue el momento de relajar su obligatoriedad, supondrá un cambio en el día a día de los españoles: ¿será un shock salir de casa a cara descubierta? Natalia Ortega, directora de Activa Psicología, anticipa que "va a suponer un cambio muy significativo muy protagonizado por el miedo", pese al hartazgo y el deseo de quitarse la mascarilla que comparten muchas personas.
"Va a haber gente que continuará con la mascarilla incluso en espacios abiertos", vaticina la especialista, en declaraciones laSexta. Apunta que desprenderse de ella puede generar una "sensación de miedo y desprotección", especialmente para aquellos más propensos "a tener cuadros de ansiedad o gente que es más hipocondríaca o aprensiva". Este perfil, avanza, "va a mantener mucho más la mascarilla aún cuando nos den luz verde para quitárnosla".
Habrá gente que continuará con la mascarilla en espacios abiertos cuando no sea obligatoria"
No obstante, la psicóloga advierte de que la relajación de esta medida seguramente lleve aparejada la de otras precauciones sanitarias, como la distancia social. "En el momento en que la mascarilla desaparezca en un espacio abierto, indudablemente, dado que no estamos viendo de manera visual el recordatorio de que estamos ante una situación todavía de pandemia, va a provocar que la gente se relaje más", explica.
Coincide el doctor Zurriaga, que avisa de que "es posible que en el momento en que se produzca ese relajamiento con una medida tan icónica como la mascarilla, todo lo demás pase a entenderse que ya también es absolutamente secundario". No obstante, el epidemiólogo insiste: "No hemos acabado con la pandemia todavía, nos queda recorrido por hacer".
Si somos de los que tememos el momento de quitarnos la mascarilla, ¿cómo readaptarnos cuando esté permitido? Natalia Ortega recomienda "que cada uno vaya llevando el ritmo que su cabeza le va pidiendo y no se deje llevar por la presión social", así como hacer "pruebas de realidad", probando a quitársela "de manera paulatina".
Llegado el momento, apunta no obstante la experta, decir adiós a la mascarilla nos devolverá también muchas cosas: "Nos hemos perdido muchas emociones a nivel no verbal durante este año largo", explica. Poder quitárnosla finalmente -concluye- "va a ser retomar todo eso".
Del estallido de la pandemia al uso obligatorio
Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Cuando estalló la crisis del COVID-19, la mascarilla no solo no era obligatoria, sino que se desaconsejaba en personas sanas. De ahí a su uso preceptivo, el cambio de criterio de las autoridades sanitarias -nacionalese internacionales- se explica, según los expertos consultados en este tiempo por laSexta, por el desconocimiento inicial del virus y la escasez de estos equipos en un primer momento.
No obstante, en los meses siguientes se fueron dando sucesivos pasos hacia su obligatoriedad. Así, a principios de mayo de 2020, el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicaba su carácter obligatorio para "todos los usuarios del transporte en autobús, ferrocarril, aéreo y marítimo". Una obligación que, hace hoy un año, se ampliaba más allá del transporte y se hacía extensiva a todas "las personas de seis años en adelante", salvo motivo justificado, "en la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público".
Eso sí, la normase aplicaba "siempre que no sea posible mantener una distancia de seguridad interpersonal de al menos dos metros". Un matiz que posteriormente, tras el fin del primer estado de alarma, las comunidades autónomas, una a una, fueron eliminando hasta dejar al margen la distancia interpersonal.
La última actualización de esta medida a nivel estatal, publicada en marzo, ha estado envuelta en polémica precisamente por hacer obligatoria la mascarilla con o sin distancia, incluyendo también las playas y entornos naturales. En concreto, se establece su obligatoriedad "en la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público o que se encuentre abierto al público", aunque posteriormente Sanidad y las autonomías consensuaron algunas actividades consideradas incompatibles con su uso, como el ejercicio físico individual o el baño en playas y piscinas.