El diputado con rastas de Podemos, Alberto Rodríguez, fue una de las imágenes del día. Jesús Posadas alucinaba con los nuevos pobladores de la Cámara y un días después, Celia Villalobos dice: "a mí me da igual que lleven rastas, pero que las lleven limpias para no pegarme piojos".
Más comedido ha estado su superior inmediato, Patxi López, que reconoce que no le gustaron muchas cosas de las que vio. "Se vio parte de espectáculo, que no es lo que más me gusta, el Congreso debe tener sobre todo diálogo y gestión de discrepancias", afirma López.
Más discrepancias que las rastas provocó el bebé de Carolina Bescansa. Hay voces como la de Alberto Garzón que recuerdan que ya hubo otros lactantes en el Congreso y que la verdadera novedad habría sido otra, afirmando que "lo subversivo habría sido un hombre".
Pero al margen del niño chocaron las bicicletas, las batucadas, las juras de Podemos o el acompañamiento de diputados hasta el baño. "Que cada uno se retrate como quiera pero si venimos a hacer nueva política tenemos que hacer que la gente confíe en el Congreso y no menos", piensa Albert Rivera.
Los expertos ven una mera puesta en escena que habrá que ver cómo funciona en la sociedad española. A la luz de la polvareda, fueran gestos o política, parece que fueron un éxito.