En el juicio por el caso Nóos, se ha visto a la infanta Cristina sentada en una esquina de manera impertérrita, seria, reacia y casi hasta a pestañear y ahorrándose la expresión del más mínimo sentimiento.

Doña Cristina de Borbón se ha sentado en el banquillo, una acusada que creyó durante toda la instrucción que la doctrina Botín la salvaría de ese momento.

Durante meses recibió un sostén inédito de la abogada del Estado, que la exculpaba del cargo de haber faltado a la Hacienda pública y de este modo al bien de todos los españoles. "Limita el alcance de la frase 'Hacienda somos todos', al ámbito de la publicidad", explicaba.

Los acusados también han insistido una y otra vez en su falta de responsabilidad en las estructura de la empresa Aizoon, unas declaraciones, repetidas como mantras por su marido como principal abanderado, y que llevaron a Manos Limpias a sospechar de una pacto para dejarla al margen.

Cuando quedó claro que declararía, se fijó en la declaración de la esposa de Diego Torres, una mujer que respondió sólo a las preguntas de su defensa y en un estado de evidente nerviosismo. Una prueba que ahora le ha tocado a una mujer, que durante cinco años ha estado huyendo de la silla en la que ahora le ha tocado sentarse.