El ministro de Energía británico dimitió en 2012 tras saberse que había mentido sobre una infracción de tráfico. Dijo que fue su mujer quien conducía su coche cuando un radar le pilló circulando a mayor velocidad de la permitida. Cuando se descubrió su responsabilidad, pidió disculpas.
No es el único al que una mentira le ha costado el cargo. Les pasó a dos ministros de Merkel. El titular de Defensa tuvo que dimitir en 2011 tras saberse que hizo plagio en su tesis doctoral. El mismo motivo llevó a la renuncia de la ministra de Educación dos años después. No importó que fuera una cercana aliada de la canciller.
Por otra parte, un diario publicó que la jefa de la diplomacia francesa había viajado a Túnez en un avión costeado por un empresario cercano al dictador Ben Alí. Ella quiso quitar hierro al asunto pero incurrió en varias contradicciones que fue destapando la prensa. Forzada por las circunstancias, tuvo que dimitir.
También este tipo de dimisiones se han sucedido en el continente americano. Richard Nixon hizo historia al ser el primer y hasta ahora el único presidente de Estados Unidos en dejar el cargo. Lo hizo cercado por sus propias mentiras sobre el 'caso Watergate'.
Mentir bajo juramento también le causó problemas a Bill Clinton. El entonces presidente negó haber tenido relaciones con Mónica Lewinsky. Cuando ella misma confesó al affaire, tuvo que someterse a un proceso de destitución por perjurio. Aunque fue absuelto, ese escándalo marcó irremediablemente su segundo mandato.