Shojo Collective nació como respuesta a una necesidad mayúscula para sus miembros: crear espacios seguros en los que cualquiera pudiese patinar. En el año 2020 vio la luz una propuesta que, en apenas cuatro años, se ha convertido en un referente para el mundo del skate en la capital y que sigue sumando colaboradores. Violeta, Avril y Helena son tres de sus miembros. Nos reciben en la Plaza de Colón, uno de los spots (lugares donde patinar al aire libre) preferidos por los skaters de Madrid. Explican que lugares como estos no quedaban explícitamente vetados a las patinadoras, pero sí que representaban un esfuerzo extra a la hora de integrarlas. "Ha cambiado mucho todo" comenta Violeta. "Al principio no estaban acostumbrados a patinar con chicas y les chocaba, pero ahora es algo normal. Nos cedemos y repartimos el espacio y no hay problemas".
Avril, Shojo Collective
Avril recalca, de sus primeras experiencias junto a otros patinadores, la pátina de deseo que muchas veces enturbiaba las relaciones con otros compañeros. Ellos siempre más preocupados por ligar con ellas que por aceptarlas como a iguales. "Ahora tengo un grupo de amigas con el que salir y aprender", explica. Recalcan a coro el impulso que llevó a Shojo a fruición: "¡Apoyo femenino!".
Sus nueve miembros cuentan además con un amplio círculo labrado a través de quedadas, eventos y clases gratuitas que publicitan desde sus redes sociales. Las Skatejams sirven como lugar de reunión para otras patinadoras, poniéndolas en contacto y animándolas más tarde a crear sus propios grupos. "Hemos llegado a tener niños de 4 años, madres que venían antes de irse a trabajar…". Todo el mundo tiene cabida en una iniciativa que pretende también servir como punto de apoyo para personas del colectivo LGTBIQ+ que quieran acercarse a este deporte.
Con ellas han contado marcas como Carolina Herrera; así como tiendas especializadas y bien asentadas dentro de la comunidad, como Welcome SkateShop. Un escaparate perfecto desde el que ofrecer nuevos precedentes para las futuras patinadoras desde el que sentirse representadas.
Saltando obstáculos
El mundo del patín, desde su auge en los años 90, ha estado marcado por figuras masculinas de talla internacional. Desde Rodney Mullen a Tony Hawk, el palmarés ha sido eminentemente masculino. La patinadora Elissa Steamer fue la primera en aparecer en la popular saga de videojuegos Tony Hawk Project. Todo un referente en la educación de toda una generación acerca de la cultura del skate. La segunda, Lyn-Z Adam Hawkins, no sería incluida hasta ocho años después, en el octavo título de la franquicia. Referentes que habrían animado a otras mujeres a participar y generar espacios alternativos, más incluyentes que los de sus homólogos masculinos. Aunque no es el único problema al que se enfrentan.
Helena, Shojo Collective
Nada más llegar, Helena, la última adición al colectivo, nos explica que mientras calentaba una patrulla de la policía le acaba de obligar a mover sus cosas y guardar la tabla: "Estaba solo calentado", explica entre risas. Los encontronazos con las autoridades son un habitual. Las áreas grises de las leyes de movilidad no dejan un lugar claro para quienes patinan al aire libre. "La regla es no entorpecer el tránsito, pero muchas veces nos acaban echando, aunque no pongamos en peligro a nadie".
Calle para todas
La ordenanza municipal persigue a quienes cruzan las calles, o se paran en sus plazas a practicar trucos. "Si sales a correr o en bici no hay ningún problema, pero si te ven sobre una tabla ya es un crimen", explica Violeta. "No todo el mundo tiene el tiempo y los medios para irse a un skatepark", se lamenta. Muchos de estos espacios no se crean con las necesidades de sus usuarios en mente, sino como elementos disuasorios que alejan de las calles a estos deportistas.
Violeta, Shojo Collective
Señalan una línea de piedra rugosa e irregular que corta la acera en dos. Donde otros no repararían en un obstáculo, ellas reconocen los restos de un urbanismo que combate contra sus intereses. Mecanismos para evitar el tránsito fluido de las ruedas; remaches en las barandillas que cortan en seco sus trucos; bancos diseñados tanto para evitar que ellas patinen como que las personas sin hogar puedan descansar sobre ellos. El mensaje de la municipalidad está claro: no les quieren aquí.
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Las calles son solo para quienes compran. Colón está tomado por una feria navideña. El olor a chocolate con churros se mezcla con el griterío que emana de una pista de patinaje sobre hielo. En su perímetro, las marcas de los patrocinadores se anuncian en cada rincón, monopolizan la diversión por unos días. La perspectiva para ellas es desoladora, no es viable patinar hoy aquí. Se encogen de hombros, recogen las tablas y se dirigen a otra plaza cercana. Lo seguirán intentando hasta que la policía o el frío las disuadan antes de volver a casa.