La investigación que esta semana ha desembocado en la detención del presunto autor de la salvaje violación a una menor en Igualada empezó por un joven con el que la víctima había quedado la noche de la agresión. Fue el primer sospechoso, colaboró, su testimonio cuadraba y los agentes le descartaron.
Entonces, los Mossos d'Esquadra abrieron tres nuevas vías paralelas: investigaron a todas las personas que estuvieron en la discoteca con la víctima esa noche; otro equipo estudió el entorno cercano de la agredida, buscando posibles enemigos; y los agentes también pidieron los datos de todos los teléfonos que se conectaron al repetidor de la zona aquel día.
Las dos primeras vías no dieron resultado, pero sí la tercera: los agentes cruzaron los teléfonos con la lista de delincuentes sexuales, en la que aparece el ahora detenido. A partir de ahí, los agentes elaboraron un perfil del sospechoso: hablan con su madre, que le habría echado de casa por abusar de su hermana y con su ex novia, que le habría denunciado por malos tratos.
Los Mossos le siguieron durante semanas hasta detenerle finalmente este jueves. Ahora, la clave del caso está en lo que han encontrado en el registro de su casa: lo principal es si el ADN del detenido coincide con los restos encontrados en el cuerpo de la víctima.
El próximo en dar un paso será el juez, que decidirá este mismo fin de semana si las pruebas contra él son suficientes para enviarle a prisión.
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