El 17 de agosto de 2017 Cataluña sufrió dos ataques terroristas en las ciudades de Barcelona y Cambrils. El primero de ellos, a las cinco de la tarde, fue realizado por los conductores de una furgoneta blanca, que recorrió a toda velocidad el paseo de Las Ramblasdurante 800 metros. Los terroristas acabaron con la vida de 16 personas e hirieron a más de un centenar.
Mientras esto ocurría, otros cinco terroristas se preparaban para intentar, ya de madrugada, otra matanza en el paseo marítimo de Cambrils (Tarragona). Murieron tiroteados por los Mossos d'Esquadra después de arrollar con su coche a un grupo de transeúntes, uno de los cuales falleció, y apuñalar a otros doce cuando volcaron el vehículo.
Estos atentados no hubieran tenido lugar sin la participación de una decena de adolescentes de la pequeña localidad de Ripoll. La periodista Anna Teixidor ha dedicado los últimos tres años a averiguar qué motivos llevaron a unos jóvenes con una "vida normal" a colaborar en un ataque terrorista.
Según cuenta Teixidor en su libro 'Los silencios del 17-A' (Editorial Dieresis, 2020), todo empezó a finales de 2015, cuando los adolescentes empezaron a consumir publicidad yihadista. Este hecho coincidió también con la llegada del imán Abdelbaki Es Satty a Ripoll, la pequeña localidad donde vivían los jóvenes.
Gracias al análisis de sus ordenadores y teléfonos móviles, la escritora ha podido acceder a las conversaciones de los adolescentes en las que dejaban clara su inquietud por lo que estaba pasando en Siria e Irak. De alguna forma, Es Satty "supo canalizar la crisis de identidad de estos jóvenes hacia un proyecto totalitario y extremista", explica la periodista a la Sexta.com, quien añade que el imán les hacía mucho hincapié en la necesidad de autoafirmarse como musulmanes.
Así fue como la postura ideológica de los jóvenes fue cambiando. Tanto es así que algunos de sus amigos estuvieron a punto de denunciar a la policía sus extraños comportamientos. Mientras tanto, otros pidieron a sus padres permiso para abandonar la localidad y, cuando volvieron, contaron el motivo de la huída: había cosas que no les gustaban, tal y como cuenta la escritora.
A todas estas conclusiones ha llegado la autora después de tres años de investigación para obtener información sobre los atentados. Una tarea que no ha sido tarea fácil: para los vecinos de Ripoll el 17-A es un "tema tabú", no quieren hablar de ello y "mucho menos con periodistas", señala la experta.
No entendían cómo terminaron odiando hasta el punto de morir matando"
A pesar de esto, Teixidor consiguió ganarse la confianza del entorno de los terroristas y mantener conversaciones íntimas con algunos de los hermanos y amigos: "Todavía no entendían cómo terminaron odiando tanto hasta el punto de morir matando", le confesaron.
Tres años más tarde, "la gente quiere pasar página", asegura la autora del libro, quien cuenta que ninguna de las familias de los jóvenes se ha marchado de Ripoll. "No ha habido tampoco problemas de xenofobia, pero sí hay cicatrices que curar", relata la periodista.
Víctimas sin reconocer
Pasan los años y, mientras Ripoll intenta superar su confusión y contradicciones, Cataluña rinde homenaje a sus víctimas con un sencillo acto. Sin embargo, el 82% de ellas continúan sin ser reconocidas como tal por las administraciones, según cifras de la Unidad de Atención y Valoración a los Afectados por el Terrorismo (Uavat).
"No es suficiente con estar en un atentado y demostrarlo", critica la escritora. Para que la administración te reconozca como víctima tienes que hacer frente a un largo proceso burocrático, que se complica mucho más con los años o cuando, por ejemplo, las secuelas psicológicas aparecen más tarde, explica.
En este procedimiento el principal caballo de batalla es la Uavat, que se ha dedicado a remover "cielo y tierra para encontrar testigos presenciales y heridos para explicarles sus derechos y posibilidades", cuenta la autora. Aún así hay personas que no han sido reconocidas porque no encontraban un nexo causal, como cuando las secuelas psicológicas han salido posteriormente. En estos casos es importante empezar con el tema burocrático durante el primer año porque se complica mucho más, recomienda Teixidor.
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