Cruzan la pista del aeropuerto todos los días y están acostumbrados a vivir entre los aviones, llevan así dos años. Muy pocas imágenes reflejan la desesperación que vive este país, ahora mismo hay más de 15.000 desplazados que comparten vida con el aeropuerto internacional de Bangui que en ningún momento ha dejado de funcionar.

Malviven entre las mercancías, sin ningún muro de seguridad y con niños que atraviesan la pista justo en el momento en el que pasan los aviones.

Uno de los voluntarios apunta algunas cifras escalofriantes: "50/60 % de la populación son niños menores de 17 años", asegura Hugo, que trabaja ahí desde febrero de 2014. Sus casas son viejos aviones que les dan cobijo junto a improvisadas tiendas de campaña.

El horror se apoderó de la capital tras el golpe de estado, cuando comenzó la represión. La gente huía de sus casas, refugiándose a pocos kilómetros, en el aeropuerto. Llegaron a ser 100.000 y había que organizarlo. Bertarn es uno de ellos, ingeniero, con mujer y dos hijas, hace dos años tenía una vida normal. Ahora enseña su casa, en ruinas. "Me lo han robado todo, me pegaron un tiro en la rodilla, no tengo trabajo ni dinero para reconstruir", relata.

De vuelta al aeropuerto, hay otra imagen para la retina. Es el cementerio que tuvieron que improvisar para poder enterrar a los muertos. "Venimos aquí todas las semanas para ver cómo están porque con la lluvia los cuerpos se vienen arriba", cuenta Hugo.