Buscan en recovecos vidas o, en el peor de los casos, cadáveres. Y este año, sólo en Galicia, han tenido diez desaparecidos. "Empezamos el 12 de diciembre con un desaparecido aquí en la costa del Seixo Blanco, en Oleiros, un percebero, y desde ese día no ha dejado descansar el temporal", asegura José Luis Ferro, jefe del GEAS de A Coruña.
"Nos vamos a sumergir y vamos a tirar rumbo a tierra, que parece que va a estar en ese sitio". Las condiciones extremas del mar dificultaron su labor en cada intervención, en cada tragedia. David Redondo, efectivo del GEAS: "Hemos tenido muchos desaparecidos y con tanto temporal era una situación muy difícil porque estás deseando echarte al agua y no hay forma".
Los vemos como el pez en el agua pero moverse, respirar y buscar a la vez es complicado. "Es un medio extraño, dependes de unos equipos autónomos de respiración, tienes problemas de movilidad", afirma Juan Ojén, efectivo del GEAS.
En el rescate del Santa Ana, en Asturias, un buzo perdió dos dedos de una mano. Porque lo más peligroso es introducirse en un barco naufragado. "Si movemos una mesa o un estante, eso es como una pieza de tetris que se desmorona, todo con grave riesgo. A parte de eso, el gasoil que lleva el barco, el aceite, los aparejos de pesca, las redes", explica José Luis Ferro, jefe del GEAS de A Coruña.
"Estás buscando a unas personas desaparecidas que tienes la presión de los medios, de las familias...", añade Juan Ojén. Los buzos se sumergen en grupos de dos por razones de seguridad, incluso en casos como el del Santa Ana lo hacen de cuatro en cuatro para poder activar la alerta en caso de peligro". Un peligro que asumen porque, dicen, no sólo buscan cuerpos, sino alivio para las familias de los desparecidos.