Desde primera hora, un grupo de voluntarios se organiza desde un pabellón de El Paso, en La Palma. Cargan en vehículos decenas de cajas con café, botellines de agua, refrescos, fruta, bollería y bocadillos: lo suficiente para cubrir las necesidades de todos los profesionales que trabajan en la zona de exclusión de la erupción del volcán.
"Alguien tiene que darles de comer a estos 500 efectivos", resume Omar Hernández, concejal del municipio palmero. Un reparto clave para policías, guardia civiles y científicos, del que se encargan 28 voluntarios en tres turnos, distribuyendo toda la comida en cinco vehículos. En total, 1.500 servicios diarios sufragados por el Gobierno Canario.
Desde las 08:00 de la mañana, reparten los desayunos; a la 01:00, las comidas, y desde las 18:30 la tarde, las cenas. Una labor que realizan conviviendo con uno de los grandes problemas que los palmeros sufren día a día: la ceniza del volcán. Para evitar que se deposite sobre los alimentos, explica Hernández, deben cubrirlos con bolsas.
Un trabajo altruista con una minuciosa organización que cambia casi cada día, a medida que el volcán va evolucionando. "Las coladas han ido cambiando de dirección", explica el edil, que indica que, por este motivo, las rutas de reparto conforman "un panel totalmente movible cada hora".
Entretanto, profesionales de los servicios de emergencia y voluntarios han forjado un estrecha amistad, en la que se comparten bromas, números de teléfono y cafés. Un tándem imprescindible para seguir luchando contra los efectos del volcán de la Palma.