El tren entre Bilbao y Bermeo siempre ha mirado al mar, pero cada vez lo tiene más cerca, en el Viaducto de Lamiaran. Construido en 1955 por presos republicanos, en su momento resistía los envites del mar con solvencia, pero sus constructores no previeron en su momento el cambio climático que sufre el planeta.
"Desde que el puente se construyó y se apoyó en esas pilas, el nivel del mar ha subido 20 centímetros. Eso hace que, primero, tú recibes más fácil el oleaje, porque es como si te hubieras metido más en el mar, pero es que además la ola es más potente", explica José Tesán, decano del Colegio de Ingenieros Caminos y Puentes de Euskadi.
El resultado se aprecia a primera vista, tal y como puede observarse en el vídeo sobre estas líneas: los pilares del puente e incluso los sustratos que lo sostienen están claramente erosionados por décadas de oleaje. Pero es que, además, se espera que a lo largo del resto del siglo los temporales sean más abundantes y, sobre todo, más violentos.
Una previsión preocupante porque, aunque en el año 2000 se colocaron unos bloques de hormigón, la medida a sido insuficiente y, según advierte Tesán, "si no se interviniera, esa degradación se iría acelerando y podría derivar en la ruina de la infraestructura".
Para evitarlo, Eusko Trenbide Sare pretende actuar con un plan a largo plazo: "Hacer un dique de contención de mayor altura y de mayor envergadura para mitigar la energía de las olas y conseguir que esa energía de las olas se reduzca de una manera importante y por tanto se reduzca la fricción a la base de las cimentaciones", precisa su director de planificación, Eneko Ugarte.
Podría ser la salvación de esta estructura vizcaína, pero, por desgracia, muchas otras no sobrevivirán a las consecuencias del cambio climático.