El color que esconde el interior de las cochinillas, un llamativo rojo púrpura, sirve para más cosas de las que se podrían imaginar. Tejidos y cerámicas son impregnados con su inimitable pigmentación, pero algo más allá, también sirve como colorante de medicamentos o incluso alimentos que, como el yogurt de fresa, lucen así gracias al pequeño insecto.
Para conseguir crear su pigmentación, se aplasta, hierve y polvoriza a los pequeños insectos, consiguiendo extraer su ácido carmínico. Posteriormente se filtran las partículas que no pueden ser disueltas.
Su desvinculación al nacimiento de tumores, su resistencia al calor y su carencia de sabores ha hecho que el denominado "extracto de cochinilla" o "carmín" sea utilizado en numerosos alimentos; de hecho, en la propia etiqueta de gran parte de los alimentos que poseemos en la nevera deberá venir reflejado.
Antes de conocer las propiedades del insecto, era común el uso de colorantes artificiales que se componían de numerosos químicos. Los hábitos nutricionales hicieron que a finales del siglo pasado comenzara a reivindicarse un extracto más natural, dando lugar a la novedosa técnica del extracto de cochinilla, que hoy en día peligra por la dificultad de su obtención.