La ausencia de precipitaciones y de vientos que limpien la atmósfera de la ciudad, las altas temperaturas, junto con el tráfico de vehículos, en especial los de motor diésel, y las calefacciones han propiciado que aumente la polución.
Sin embargo, las concentraciones de los otros dos contaminantes más problemáticos, el ozono (O3) troposférico -un gas que puede causar efectos sobre la salud humana y la vegetación por su poder oxidante- y las partículas en suspensión, han disminuido en la capital respecto al año anterior.
La media anual de NO2 en la capital ha sido de 41 microgramos por metro cúbico, superior a la de 2016 (38 microgramos) e igual a la de 2015, según los datos facilitados por Ecologistas en Acción.
De las 24 estaciones de la red de vigilancia de la calidad del aire del Ayuntamiento de Madrid, 15 han rebasado el valor límite anual establecido en 40 microgramos de media, frente a las nueve del año pasado o las 13 de 2015.
Con solo una estación que sobrepase ese límite ya se incumple la normativa europea, según los ecologistas, y Madrid la lleva rebasando desde 2010, el primer año en el que pasó de ser una recomendación a una obligación.
El protocolo de medidas a adoptar durante episodios de alta contaminación por N02 del Gobierno de Manuela Carmena (Ahora Madrid), más duro que el anterior del PP, se ha aplicado este año en siete ocasiones durante un total de 28 días, aunque en ninguna de ellas se ha llegado a limitar la circulación a la mitad de los vehículos como ocurrió, tan solo una vez, a finales de 2016.
En la segunda quincena de noviembre se registró el episodio más largo hasta la fecha, que mantuvo el protocolo activado durante nueve días, entre el 16 y el 24 de ese mes.
El Ayuntamiento de la capital acaba de anunciar que empezará a aplicar en 2018 limitaciones permanentes al tráfico para intentar cumplir con Bruselas.
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