Los alumnos del colegio Público Joaquim Ruyra en L'Hospitalet de Llobregat tienen 20 minutos para hacer una actividad, luego pasan a otra. Se trata del sistema de grupos interactivos, de esta manera logran que los niños se motiven y presten su máxima atención a lo que están aprendiendo. "Están motivados y concentrados los 20 minutos", asegura Raquel Colado, maestra del Colegio Joaquim Ruyra.
"El tiempo máximo que un alumno puede estar haciendo una misma actividad en una intensidad alta", explica Miquel Charneco, jefe de estudios Colegio Joaquim. Los alumnos aprenden buscando y jugando. "Esta manía que tienen últimamente de la 'botella Challenge' para hacer un poco de suma, de centenas, decenas y unidades", cuenta otro miembro del centro.
Lo hacen implicando a toda la comunidad, además de los maestros, vienen a dar clases padres, familiares y voluntarios varios. "Cuando se quedan en el paro pues, en vez de estar en casa le decimos que vengan con nosotros a ayudarnos", dice Miquel charneco. "Me preguntaron si tenía trabajo y les dije que no. Me preguntaron también si quería participar en el voluntariado y les dije que sí", asegura Ioana Bisau, madre voluntaria.
Aquí no importa si uno sabe o no el tema, profesores y voluntarios ejercen sólo de conductores: "Simplemente actuar como guía", recuerda Raquel Colado. El objetivo es que los alumnos se muevan y piensen por si solos. "Nuestro lema es que en clase no puede haber silencio porque, sino están interactuando entre ellos es difícil que estén aprendiendo", explica Raquel colado.
Nueve de cada 10 alumnos de esta escuela son de procedencia extranjera, cosa que no les impide sacar resultados bastante por encima de la nota media en Cataluña: "Estamos jugando en la champions, pero con un presupuesto de un Albacete", recuerda el jefe de estudios. Este es uno de los ejemplos en los que se ve claramente que el rendimiento escolar no tiene nada que ver con la clase social.
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