Moustapha no olvida que tuvo que abandonar el cuerpo de su primo Mohamed en mitad del caos durante el trágico salto a la valla de Melilla del pasado mes de junio, donde decenas de personas que buscaban un futuro en Europa perdieron la vida.
"Vi a mi primo cerca, en el suelo, y que caía sangre de su frente. Me acerqué y empecé a llamarlo", recuerda, en conversación con laSexta. "Pero no contestaba y le caía más sangre de su frente -continúa-. No solo era una herida. Comprobé su pulso y vi que no tenía, que estaba muerto". Tenía 35 años.
El joven recuerda que veía cómo los gendarmes iban hacia él y "cómo pegaban a los sudaneses con porras y cómo salía sangre de sus cabezas". "Pensé que, como me quedara allí, me iban a matar a mí también, así que me fui corriendo a la valla, me subí a ella y bajé al otro lado", relata.
El suyo es uno de los desgarradores testimonios de que nos cuentan, desde Melilla, los amigos y familiares de las víctimas que sí lograron saltar la valla, como Mohamed Faisal que recuerda los porrazos y pedradas que recibieron él y su primo Bishara, que solo tenía 16 años, nada más acercarse a la frontera.
"Nos empezaron a apedrear y nos tuvimos que separar. Las piedras caían como lluvia", cuenta. "Unos amigos vieron que a Bishara le habían dado y que tenía una herida muy grave en la cabeza", agrega. No volvió a verle y a día de hoy continúa desaparecido.
Myasar, de 22 años, murió días después del salto. Youssef recuerda que "estaba en shock y no podía moverse ni a un lado ni a otro y también lo golpearon". Un día antes, la Policía les había atacado en el monte Gurugú, en Nador, les había quitado la comida y el agua y les dio un ultimátum: "Teníamos 24 horas para entregarnos o hacían con nosotros lo que quisieran", cuenta Moustapha.
Por eso fueron en masa la valla, pero no todos los muertos fallecieron allí. En el caso de Myasar, fue trasladado a Rabat, herido y tras cuatro días sin comer. Youssef explica que los gendarmes le llevaron allí y, cómo, al llegar, no era capaz de reconocerle. "Su cuerpo estaba consumido, era un auténtico esqueleto", cuenta. Días después, fallecía en un hospital: según los médicos, su cuerpo no tenía líquido.
Lo más difícil, para los supervivientes, fue llamar a la familia para darles la noticia. "Había pasado una semana y todavía no había hablado con ellos. ¿Cómo les decía que yo estaba en España y que Mohamed había muerto?", recuerda su primo Moustapha.
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